La Ironía. (Errores de vista)
Ayer en la noche, andando por la calle me topé con un escenario, no sé si gracioso o funesto, pero era el de un loco peleando con una pared, bueno, no podría decir gracioso, porque no causa gracia el escenario del drama y mucho menos causa melancolía, ni mucho menos el sentimiento. Pero en realidad me encantaba cómo actuaba el loco, es la fórmula correcta hacia la bipolaridad, aunque así es el mundo, ese mundo que tiene unas tremendas ganas de ser mirado por dos lados diferentes, uno cara y otro completamente diferente, cruz. Y pues el escenario era cómo el de cualquier otro vagabundo loco, quien a causa de la lluvia intenta resguardarse bajo el techo de los portales de una casa, pero éste era diferente, estaba buscando el techo de los portales, pero la parte arriba, porque su gato, después de haber sido empapado por el salpicón de los coches de la banqueta, corrió a resguardarse entre las tejas, y así el loco casi arañaba la tapia que sostenía el techo de tejas dónde se encontraba su gato, resguardándose de los salpicones y aquí venía la parte funesta, que mientras el hombre se afanaba en trepar y alcanzar a su gato, las olas de agua de los coches lo mojaba continuamente, y cuando se encontraba ya a la mitad de trepar la tapia, una ola de agua lo hacía resbalar, oh, pobre hombre tan lejos de los bienes materiales y tan relativamente lejos de la compañía de un ser querido, y ahí es cuando noté lo sustancial en la cara que imponía la risibilidad y era que él hombre estaba vestido con un saco y un pantalón de vestir preciosos, que aunque me hallara del otro lado de la calle (distancia media) parecía tener una etiqueta dorada, tenía además un reloj de oro en su mano, unos zapatos muy elegantes y además muy bien boleados, y un sombrero de copa que con una cadena de oro enrollada alrededor, todo chorreaba agua. Ahí vislumbré la parte más importante de todo, la ironía.
Ayer en la noche, andando por la calle me topé con un escenario, no sé si gracioso o funesto, pero era el de un loco peleando con una pared, bueno, no podría decir gracioso, porque no causa gracia el escenario del drama y mucho menos causa melancolía, ni mucho menos el sentimiento. Pero en realidad me encantaba cómo actuaba el loco, es la fórmula correcta hacia la bipolaridad, aunque así es el mundo, ese mundo que tiene unas tremendas ganas de ser mirado por dos lados diferentes, uno cara y otro completamente diferente, cruz. Y pues el escenario era cómo el de cualquier otro vagabundo loco, quien a causa de la lluvia intenta resguardarse bajo el techo de los portales de una casa, pero éste era diferente, estaba buscando el techo de los portales, pero la parte arriba, porque su gato, después de haber sido empapado por el salpicón de los coches de la banqueta, corrió a resguardarse entre las tejas, y así el loco casi arañaba la tapia que sostenía el techo de tejas dónde se encontraba su gato, resguardándose de los salpicones y aquí venía la parte funesta, que mientras el hombre se afanaba en trepar y alcanzar a su gato, las olas de agua de los coches lo mojaba continuamente, y cuando se encontraba ya a la mitad de trepar la tapia, una ola de agua lo hacía resbalar, oh, pobre hombre tan lejos de los bienes materiales y tan relativamente lejos de la compañía de un ser querido, y ahí es cuando noté lo sustancial en la cara que imponía la risibilidad y era que él hombre estaba vestido con un saco y un pantalón de vestir preciosos, que aunque me hallara del otro lado de la calle (distancia media) parecía tener una etiqueta dorada, tenía además un reloj de oro en su mano, unos zapatos muy elegantes y además muy bien boleados, y un sombrero de copa que con una cadena de oro enrollada alrededor, todo chorreaba agua. Ahí vislumbré la parte más importante de todo, la ironía.