miércoles, 31 de julio de 2013

Retrato a la auto-ninfomanía.


Al lector:
Antes de que empieces a leer... si no te vas a tomar esta sátira como lo que es... una crítica a algo, y sin embargo vas a criticar la crítica al decir que ésta no tiene validez artística, pues ¡muy bien! Felicíteme al dialéctico que sintetizó su pastel, pues pienso de igual manera, pues el arte no goza de morbo, sino de la inocencia propia de un gatito o de la gracilidad con la que mueve la cola un perro. Muy bien, dicho esto, ya nos comprendemos los dos: lea o deje leer, esa es la cuestión.

Quise hacer un trabajo diferente a lo que suelo hacer, espero que sea de su agrado, espero pues si sucede lo contrario, el show continuó y continuará.

Entraron personas a una sala color blanco muy brillante, y se sentaron todos en un medio círculo de sillas que tenía un sillón en su apertura. Tan pronto descansaron sus traseros, la sala se animó de pronto, llenándose de repente con un montón de murmullos y alguna que otra risita y tosido. Al parecer, todos allí eran ya conocidos camaradas o compañeros de algún tiempo pues todos intercambiaban papelitos con un montón de información, otros más sofisticados usaban sus aparatos celulares y ponían notas sobre las cosas recomendadas: Libros, relatos, videos, fotografías y pinturas; y una vez anotado todo, sonreían puerilmente de felicidad echándose el celular o las notas a los bolsillos.
El medio círculo parecía estar dotado de una variedad increíble, asiáticos, latinos, blancos, arios, afroamericanos, mongoles ¿Ya dije latinos y blancos? Ah, en fin... la variedad ahí era como la de cualquier lugar público, sin contar éste con las restricciones de convivencia racial propias que los organizaba generalmente, no, aquí todos era uno y uno eran todos. Siguió un tiempo más el ruido escandaloso de los murmullos, hasta que de pronto, dos hombres cruzaron el umbral de entrada de la sala y todos callaron de repente.
Los dos hombres se colocaron justo en la apertura del medio círculo, enfrente del sillón. Uno era exageradamente flaco como un guiñapo y daba la certeza que caería de bruces en cualquier momento, mientras que el otro se ajustaba a su antítesis, alto, bien alimentado y singularmente fornido. El grandullón se aclaró la garganta y empezó a recitar:
—Me alegra que hayan venido—esbozó una sonrisa, girando hacia todos los lugares de la media luna—pues el día de hoy, se ha unido a nosotros alguien que ha venido a ser una nueva persona, ¡Celebremos con un fuerte aplauso a nuestro nuevo miembro!—Las personas aplaudieron mientras este se acercó al hombre flaco y le susurró en el oído: —Haz lo tuyo. —Y lo jaló con facilidad al centro de la media luna y tomó asiento en el sillón.
Alzó uno de sus brazos con actitud pusilánime y comenzó a hablar tímidamente, colocándose el otro brazo en su nuca de manera que rascaba su cabeza:
—Hola, yo soy Patrick.
—Hola, Patrick—Replicó la audiencia al unísono en son desganado.
—Y bueno...—Se mantuvo un rato quieto y tenso en su posición y después relajó todo el cuerpo, cabizbajo y con los hombros gachos en señal de resignación— tengo un problema con la pornografía.
Prosiguió: “En realidad no solo con la pornografía sino con... la masturbación y..., bueno, ¿Eso qué importa? El caso es así: no poseo amigos como la gente común, llegan a aburrirme cruelmente, he llegado a pensar incluso que todas las personas son espejos de otras, manteniéndose así como espejos de espejos y siendo sincero, yo podría realizar fácilmente la actividad de cualquier persona, hablando con mi reflejo o con mi mente... ¡Sí que sí! Mi imaginación es una muestra de ello. Yendo al grano, no me considero afortunado de tener amigos comunes.
“Ed y Carly me quieren mucho y una vez mientras me enfrascaba en las lecturas de un montón de bestias surrealistas y existencialistas vieron no sin gran estupefacción un candor que surgía bellamente de mis ojos, algo así como una llama. Bueno, eso era en realidad mi mirada sobre los grandísimos pechos de Carly y era tan sugestiva que sugirió ir a comprar artículos tántricos, taoístas y todo tipo de fruslerías que creían correctas para que el fuego no incendiaria mi interior.
“Entonces... pues, entramos en una tienda que no solamente tenía la temática tibetana sino un montón de cosas esotéricas, antigüedades en cerámica, pinturas burdas y juguetes sexuales de que sé yo sé cuándo.
“Carly echó en la bolsa un libro sobre respiración y control de la eyaculación, mientras que yo, como mi mente, con mi fabulosa afición con el arte tomé una figura de cerámica algo tétrica, o debería decir tética... como sea, ella también tenía fuego en la mirada, al igual que yo, al igual que Carly, al igual que... bueno Ed es un fiambre y ya había desaparecido, pero en fin, volvimos a casa y ya saben... me enrollé con Carly, tiene un polvo simplemente magnífico, y puede hacer, decir, recitar, gritar y polvear mientras tiene al chamuco dentro pues intentaba decirme que me controlase para durar más pero en realidad no quise escuchar y fue inevitable que me viniese en sus senos. Terminado todo, nos echamos a dormir como troncos, enmarañados el uno con el otro, mientras al lado en mi mesita de noche, brillaban los pechos de la mística figura.
“Todo se alzó como la espuma, vi en Carly la oportunidad fantástica de un juguete sexual y así como los fuegos no calmaban, decidí mejor alimentarlos y cada vez la necesidad era más rara, necesitaba al cabo de un rato con ella, fingir violaciones, secuestros, hacer que se vistiera de un monstruo, inducirla a tener sexo en su menstruación oh... cuánta mierda hicimos en verdad ¿Quién hubiera creído ver en mi mejor amiga una pareja tan versátil?
“En tanto que los senos de mi muñeca de cerámica brillaban todas las noches y era realmente perturbador, penetrante tal vez pues al cabo de unas noches ya hasta soñaba con sexo o con cosas relacionadas con ello y el sentir era tan intenso que ya despierto en el día no sentía ni cosquillas en la polla, intentaba deshacerme de ella, de cualquier manera y terminaba otra vez sobre mi mesita de noche, no entendía en verdad qué podía hacer contra eso.
“Leímos en la red Carly y yo sobre ese problema que me causaba la muñeca de cerámica y de acuerdo con las descripciones de ésta, teníamos que volverla a vender o al menos conseguir alguien que la aceptara para deshacernos con ella, no le dimos mucha importancia y nos aventamos uno de esos raros polvos que tanto nos gustaban, con ella protagonizando la escena como “sexual godzilla”. Pero ya no sentía nada.
“Al cabo de unos días sin sexo ni nada, conseguimos a un coleccionador de objetos antiguos que tenía su tienda en un callejón escondido, fuimos a visitarlo no sin la duda de si en realidad quería comprar su maldición. Nos abrió la puerta un viejito de cabellos ralos y figura de cuasimodo que caminaba lento y sufría de mal de Párkinson. Se acercó a mí y tomó la figurilla de mis manos y cuando pude ver sus horribles arrugas llenas de lívidas venas a unos centímetros de mi cara entonces recordé: —Todas las personas son espejos de otras, por lo tanto otras son espejos de espejos— vi mi cara en su cara mientras alzaba el muñeco a contra luz, lo analizaba y luego me entregaba el dinero. ¡Tonterías!, pensé y salí de la tienda.
“Caminamos unos instantes y tras ver el culo de Carly entallado finamente entre las bolsas de la mezclilla meneándose de izquierda a derecha con el compás de sus pasos, debo admitirlo, no pude más y la jalé hacia un bote de basura y tuve el mejor polvo de mi vida, nervioso, como el contexto del sexo en público podía explicar, Carly y yo temblábamos todo el tiempo y mi pene desobediente  se salía todo el tiempo, por el nerviosismo y el deseo ardiente. ¿Estaré acaso soñando? Me pregunté, pero inmediatamente calló sobre nosotros una bolsa de basura y un viejecillo, junto con su joven nieto, indignado me entregó a mí y a Carly con un policía y bueno, es así como he llegado aquí”
Tras terminar su relato, miró a su alrededor y se procesaba una orgía gigantesca, no sabía de dónde pero de algún sitio habían salido mujerzuelas calientes que se emparejaron con cada uno de los presentes sobre sus sillas y que con pequeños saltos y jugarretas de mete-saca sumergían al salón en un clímax de gemidos y rechinidos de sillas contra el suelo. La melancolía rodó por la cabeza de Patrick, pues una parte inseparable de él no se encontraba allá, miró al suelo resignado y se dio cuenta que en su cremallera, unas manos conocidas hacían el trabajo de desfundar el arma.
¡Era Carly! Felizmente, comenzó el cortejo y desnudos, en sus trajes originales, comenzaron a... Patrick volteó y vio al hombre fornido fumando una pipa, solo en su sillón. El hombre se sacó la pipa de la boca y preguntó: “¿No estarás soñando?”
—Eh... Eh... Chico—dijo un oficial picándole las costillas—quiere hablar contigo el comisario, pasa por favor.
—Oh, esto huele a pura mierda—pensó.
Cruzó por la puerta de oficina que tenía un vidrio que decía: “Sheriff K. Malone” era un cubículo sencillo, un corcho pegado detrás de un escritorio con los casos sin resolver de periódicos locales, un escritorio común de madera rojiza con un vidrio sobre su tablón se encontraba en el medio del cuarto y sobre el vidrio del escritorio, había un periódico con la primera plana: JOVEN SE MASTURBA EN PÚBLICO. El sheriff sentado viendo hacia la pared le da la vuelta a su silla empresarial y se muestra embarrado en su asiento con las manos entrelazadas a la altura del pecho.
—Mira muchacho, no te la voy a hacer muy larga ¿Comprendéis? Pero tú tienes algo que yo necesito... y tú tienes un problema penal, dame lo que quieres y te librarás de tus problemas.
—Espero sea esa mierdera muñeca taoísta.
—Tú...—pronunció suave y cuidadosamente—tienes... una... pues, colección grandísima de porno bizarro y yo, como buena sheriff voy a confiscártelo—guiñó el ojo.
— ¿Buena?—Preguntó Patrick extrañado
—Sí, mi nombre es Katherine Malone—Se echó la mano atrás y desabrochó algo con dificultad y se soltó el cabello, bustos firmes y grandes, junto con un cabello café sedoso se mostraron de repente.
— ¿Sabe qué?
— ¿Sí?
— La prisión no suena tan mala... no quisiera, amm... usted en lugar de comprometer su trabajo no mandando aun criminal a prisión... ¿No preferiría tener sexo conmigo?
Katherine rió.
—Claro que sí, me encantaría tontín—sonrió y se le acercó para murmurarle algo—pero... ¿No estarás soñando?
Se despertó en un cuarto en totalmente negro de oscuridad y en su mesita de noche comenzó a brillar la estatua taoísta, iluminando bajo de sí, la computadora portátil de Patrick, que llevaba diversas pegatinas pornográficas, se estiró para intentar agarrarla pero se dio cuenta que su bíceps y antebrazo cargaban con una cabeza de cabellos largos, negros. Era Carly... ella por el movimiento de su brazo se despertó un rato, se acostó sobre la almohada y medio dormida pronunció, no soy tan pesada... tú sigues soñando.

Daniel Bolaños Cacho Iraizos.

viernes, 19 de julio de 2013

I

Si en vuestro mundo irascible,
los han tomado incautos,
luces y fuego increíbles
podeís entonces, tomar la palabra.

Pero si en vuestro mundo
ha gozado la apatía de monarca
y la oscuridad de soberano
entonces nunca habéis amado.

Si presente has estado
del contraste maldito
del rosa cuando la ves
y del negro cuando se va.

Si nunca has percibido
a la mujer verdadera,
metafísica heredera,
vuestra realidad es deprimente.

Pues el digno del cielo es tal
que ahogaría su cuerpo en el mar
para observar la belleza real
Pues si de otra manera es ¡Nunca habéis amado!

sábado, 13 de julio de 2013

Nothing To Read About...

Llego la alegría, triste y sombría
como lo hace una sombra
en las pinturas rococó.

Llego la muerte, en fría vida
disfrazada del tiempo,
disfrazada de suerte.

Llego el momento, cuando no lo era,
en son de destino, a guisa de paz,
a monotonía, triste, como fuera.

Llegaron los tres a mi razón,
plácidos, implacables esta vez
porque te marchaste, alma mía,
corazón.

viernes, 12 de julio de 2013

Frederick Roms


Recogió su pisapapeles de geoda y lo puso dentro de su caja, era en definitiva el último objeto  que le faltaba por recoger de su escritorio. Miró por última vez su cubículo vacío, con sus gigantescos lagos de luz que estaban en el suelo, su escritorio de roble y la alfombra de color rojo. Apagó el aire acondicionado dando un leve suspiro y salió cabizbajo por la puerta, absorto. Dio media vuelta y vio a Frederick Roms, el ocupante de uno de los cubículos laterales apoyándose en el marco de la puerta.
—Nunca confiaste en el sistema—Chasqueó la boca varias veces—Nunca te adaptaste a él.
— ¡Es muy fácil hacerlo! Yo no quería el mismo trabajo que los otros, nada es como ganar algo más que sucio dinero.
—Otra vez tú y el tema de los billetes blancos—Dio un gesto desaprobatorio con la cabeza y sin que pudiera su interlocutor replicar agregó—Nada es cansarte mucho más también.
—Son mis intereses filantrópicos…, muy respetables.
— ¡Aquí tus intereses filantrópicos valen un comino amigo!—Le puso el dedo en el pecho—Te debería importar solamente la felicidad de tuse  familia.
—Me abandonaron—replicó con gesto triste—pero creo que está mejor así.
—No, no es mejor así… así es como los crían, esperando un mejor lugar, proporcionado por el dinero, tu esposa, hermoso clavel de ojos marrones, princesa dulce de un castillo indudable, era mantenida por el trabajo duro de tus espaldas y frentes que se rompían todos los días cual cristal delicado y que buscando las caricias de su tersa piel de fino color blanco… encuentras fría cerámica, cual alcancía de hermosa cerdita, metes monedas en su espalda, penetrando hasta el fondo, creando un placer delicioso, pero cambiando tu interior como el de ella. Es la vida hermano, trabajando por la espiritualidad, como se hace naturalmente.
La oficina, en la que resaltaban mesas colocadas con máquinas telefónicas empezó a titilar en luces de muchísimos colores y formas que se dibujaban sobre cada uno de los miles de escritorios enfilados en la sala.
Todo se hacía más alegre, el muchacho que resignado, lustraba los vidrios en una plataforma colgante se había vuelto un mimo que limpiaba una ventana del lado opuesto de donde en realidad se encontraba.
 Se veía más claro y las cosas cobraban un sentido especial, de repente se explotaba en un clímax y entraba una banda de guerra por el ascensor, haciendo más o menos el trabajo que hace naturalmente un Volkswagen lleno de payasos; escupiendo gente y más gente. Los soldaditos, con caras pintadas como payasos, con manos de músicos, con pies de atletas, con voces de niño y aliento alcohólico entraron dando tamborazos con fuerza implacable, con tanta fuerza que los tambores eran cañones y las trompetas sonaban como gritos de dolor.
Frederick Roms, tenía la boca abierta como si estuviera hablando pero en realidad no se lograba oír nada de nada, los estrafalarios y deliciosos clamores del desfile enervaban el alma y gustaban las pupilas.
La música y las formas que se dibujaban en el aire empezaron a alcanzar su clímax haciendo todo más rápido y frenético, inundando el ambiente con una locura impresionante, los cañonazos retumbaban y con frecuencias sónicas altísimas agujereaban las paredes y rompían las ventanas.
Los focos empezaban su ajetreo epiléptico y mientras los tambores retumbaban como locos, las cabezas de las operadoras y máquinas vibraron con gran afán hasta que volaron y explotaron en el aire con un fuego que era parecido a un coloide que se mantuvo en el aire difuminándose cuidadosamente.
Los labios de Frederick Roms era la voz del carnaval enloquecido, los unicornios que infames y dolidos, desterrados de su lugar original, rompieron con la realidad y volaron a la inexistencia.
Los labios de Frederick Roms eran la voz del desamparado, del ignominioso desterrado del lugar de caoba perfumada.
Los labios de Frederick Roms olían a arrabal y se sentían como beso de prostituta, tan ilegítimo como todos quisieran, tan irreal como todos pretendemos que es.
Los labios de Frederick Roms olían a mí, olían a mi esencia adormilada, a mi deseo de superar mi estado de aletargamiento, que como todos los demás, miraba como el cielo se volvía roca y súbitamente todos vivíamos bajo la tierra.
Los labios de Frederick Roms, pararon y todo terminó, el desfile acabó y los fuegos artificiales estaban agotados, era tiempo de llevarse las cosas a casa.
—Frederick ¿Me acompañarías?
—Hasta el fin del mundo, ¡Vámonos!
Tomaron el ascensor hacia el primer piso, donde todo estaba como un cementerio y reinaba el mutismo. Dejó su sobre de renuncia y caminó por el umbral de la puerta acristalada de entrada.
—Deténgase, ¡Deje sus cosas sobre el suelo! —Dijeron casi al unísono un cuerpo especial de policías que sostenían armas automáticas de alto calibre—Está usted arrestado, Frederick Roms.
— ¡Espere, espere…! ¡Ese no soy yo!—Dijo desesperado con la mejilla sobre el suelo—Ese es mi amigo el que está….

Miró a todas direcciones y no encontró a absolutamente nadie en un radio 100 metros. No encontró más que policías, carros de policía y árboles con las iniciales del a compañía que había abandonado.

jueves, 11 de julio de 2013

La Máquina Increíble


— ¡Eureka!— Saltó y gritó uno de los científicos presentes haciendo resonar el suelo de hierro cromado. Todos los presentes, vestidos con batas de laboratorio; overoles manchados de aceite  y otros cuantos con ropa en camuflaje y armas en el cinto se acercaron a observar el espectáculo que daba una máquina esférica, que echaba vapor por todas partes y goteaba nitrógeno líquido de igual manera. Era una máquina mediana, deslumbrante, imponente y brillosa, que iluminaba el salón como una bola de espejos disco, era sin embargo, un prototipo.
—A un lado, hágase a un lado por favor, con permiso— entre toda la aglomeración se abrió paso un hombre a codazos y empujones, vestido diferente que todos los demás, fumaba un puro y llevaba puesto un traje negro como el azabache— ¿Qué es lo que tenemos aquí muchacho?—Preguntó.
—Es muy sencillo, es una máquina que designa metas a corto plazo, posibles y placenteras—Le dio unas palmaditas a uno de los tubos con una muestra de afecto y ufanía, como si asegurara que todo su trabajo fuera el ganador de un Nobel o algo parecido— ¡Todo gracias a la ciencia! Ahora cualquier persona podrá fijar metas sin problema alguno, solucionando un problema causante de suicidios y fracasos en nuestra sociedad.
El hombre de traje formal, examinó con la mano sobre la barbilla cada manguerita y tubo que contenía la máquina en su especial estructura y quedose viendo a una ligera hendidura que tenía en la parte superior que era plana. Sacó chequera y pluma de las bolsas de su saco sin dar muestras de menor interés y pinchó con el pulgar la cabeza de su pluma.
—Dime muchacho, ¿Te parece 5 millones de dólares por la patente?—Lo miró fijamente, sin dar a notar expresión alguna.
— ¡Lo siento Señor!—dijo abrazando a la esfera—Mi invento… ¡No está a la venta!
— ¡Oh, vaya! ¡Qué lástima!—Puso su chequera sobre la mesa en la que estaba la máquina y caló de su puro, acercándosele casi a rosa la cara—Muchacho, yo sé que todos tienen un precio—Murmuró.
—Los hombres de pasiones no cambian su amor por nada.
—10 millones… ¿Te pa…?
—No señor.
—100 millo…
—Ya le he dicho que no.
—Mira muchacho, es mi última oferta…
—No—Dijo cortando tajantemente la conversación. Agarró su invento y lo puso en otra mesa, donde empezó a dar muestras gratis. Dentro de la instalación se hizo una fila larguísima, esperando probar el nuevo invento del joven, del cual de pronto todos, hasta nosotros supimos su nombre… Miguel, Miguel Hurtado.
La fila avanzaba y poco a poco, las personas encontraban metas no difíciles de alcanzar y bastante productivas, los protocolos y algoritmos que computaba la máquina eran excelentes creaciones y motivaban de una gran manera a las personas, porque además eran metas que ellos mismos querían.
— ¡Yo sabía que era bueno para ser bailarín!—Dijo un guardia tirando sus armas al piso y salió dando saltitos.
— ¡Yo siempre quise tener un granja!—Dijo un hombre de bata que ahora la dejaba sobre un perchero junto con otras muchas.
— ¡Yo siempre quise hacer pornografía!—Gritó otro.
— ¡Yo siempre quise dedicarme al dibujo y diseño!
— ¡Yo siempre quise administrar un hotel!
Y todo el mundo en el gigantesco recinto de metal chapado empezó a poner caras felices, cambiando las serias que habían tenido antes de que el invento funcionara.
El director ejecutivo que estaba a cargo del lugar y patrocinaba a los científicos miraba por la ventana, mientras sostenía en la mano un IPhone 5 de color negro envuelto en una funda mate, le dio una ojeada a la hora, lo tiró a la basura y le dictó a su secretario, que estaba sentado junto a su escritorio, que ostentaba sobre él, gran número de “gadgets tecnológicos”: un nuevo Lumia, el Xbox One, PS4, una de las innovadoras PC de actualidad, una ipad y un grandísimo etcétera.
—11:11…—Dictó lenta y fríamente—El muchacho que recogí hace unos meses en una fábrica de conserva Mexicana ha hecho un significativo trabajo con sus conocimientos de biología—Volvió a mirar a su reloj, había transcurrido un minuto y volvió a dictar—11:12… La verdadera pregunta es… ¿Ha hecho una cura o un tumor? Fin de la grabación—. Volvió a ver su reloj y en el reflejo de su vidrio se hizo notable su sonrisa, retorcida por la concavidad de éste, pero una sonrisa en fin.

Estaba Miguel parado en un pódium, tenía ya una cabeza plateada por la edad, se erguía frente a una audiencia de hombres vestidos de negro, con corbatas ajustadas y cuellos blancos, impecables. Eran cientos de ellos en un salón cubierto por un piso de madera y revestimiento de tela en las paredes, dando un estilo muy formal al asunto, sin embargo, en el pódium no había una persona que reflejara la formalidad rigurosa del evento, ésta llevaba una bata e iba vestido humildemente. Miguel terminaba de dar un discurso sobre la justicia e igualdad de oportunidades psicológicas y cómo su invento hacía posibles o favorecía todas éstas, al finalizarlo, todos aplaudieron al unísono. Era una conferencia de inventos científicos revolucionarios.
La sección de preguntas se abrió y cada uno de los hombres con traje comenzó a alzar sus manos en el aire.
— ¿Cómo piensa usted hacer que su invento llegue a toda la población, si es tan buena como dice? —Dijo una rubia que venía de la parte de una importante cadena mediática.
—Señorita, creo que hemos pasado por una etapa, en el siglo XIX que se llamó la revolución industrial, si usted no parece estar enterada de la situación con la producción en serie, que sucedió hace 230 años—Miró al público en tono irónico al público—Entonces creo que también tendré que contarle sobre las muchas asociaciones filantrópicas que existen.
La rubia bajó su cabeza ruborizada, como escondiéndose. Las manos se volvieron a alzar.
Un hombre de cabello negro, bien peinado y arreglado, que sonreía y miraba constantemente a las cámaras que lo miraban formuló su pregunta.
— ¿Piensa usted vender la patente?
—Por supuesto que no, aunque al final de mis días, por convenio con aquella compañía que me ha ayudado con este proyecto, la patente quedará en sus manos.
Cámaras y flashes golpearon el centro del anfiteatro y con él, el pódium. Las manos, hambrientas de respuestas volvieron a alzarse en el aire.
Un viejo con lentes, también parte aparentemente de una cadena televisiva se quitó los anteojos y prosiguió con su formulación.
—Es mi curiosidad…—Agregó como preámbulo— ¿Cómo funciona?
—Es muy sencillo de hecho, insertas tu dedo en la hendidura de la parte superior y sentirás un pequeño pinchazo, muy leve; que te medirá la presión arterial, los niveles de estrés, tus gustos y ciertas patologías de tu cerebro, sangre, órganos, etc… que le permiten formular a la máquina, una meta que te encantaría lograr y que es fácil de realizar para tus expectativas y habilidades…
— ¿Y de qué manera se asegura la máquina que realizarás tal meta?
—Es sencillo… junto con el pinchazo, se inocula una droga poderosa que le da cierta docilidad a la persona y obediencia, dicha que le sirve para dar dirección y coraje a la idea.
La plática se volvía interesante entre los dos viejos, pues había pasado mucho tiempo desde que Miguel había fabricado su máquina y había pasado mucho tiempo en lo que se volvió popular.
— ¿Eso quiere decir que esa máquina puede ser usada para…?
La prensa se fue a cortes comerciales. Dos gorilas vestidos de negro tomaron al viejo por los brazos y le taparon la boca de manera arbitraria. Ambos caminaron por los pasillos, desapareciendo por las salidas. Los guardias en todos puntos murmuraban por sus micrófonos: “¿No habrán dejado pasar a otro de esos intelectuales verdad?” Mientras otro le respondía: “No, esperemos que no, disuelvan la conferencia, disuelvan la conferencia.”
La prensa volvió al aire, presumiendo una falsa edición de lo sucedido y mostrando los agradecimientos mientras la junta se disolvía.

Miguel estaba en su lecho de muerte, junto a su esposa, quien apretujaba su mano contra la de él, esperando que de un momento a otro, su esposo cesase de sufrir, para la vida o para la muerte. Había otras personas presentes, que se quitaban el sombrero, lloraban o respiraban entrecortado, todas éstas eran jefes de gigantescos grupos filantrópicos que apreciaban a Miguel. De pronto, tocan el timbre de la puerta, era un joven que con sombrero en las manos y grandes modales que hacían juego con unos nobles ojos. Entró al dormitorio con una carta entre el sombrero fedora.
—Señor Hurtado, ésta carta me la ha entregado mi padre antes de morir y vengo a entregársela a usted en el justo momento.
Miguel, envuelto en fiebre, pero aún consciente de la situación, pidió a su esposa que leyera la carta en voz alta. La esposa obedeció sin replicar, abrió la carta y comenzó a leer:
“Señor Hurtado
Debo decirle y disculparme por los modos en los que pedí por primera vez la patente y la primera de sus máquinas, era yo un joven activista infiltrado en las filas de una empresa gigantesca que buscaba comprar patentes.
Es menester decir que no se les permite el acceso a las personas con diferentes intenciones y otros puntos de vista en la empresa en la que usted trabajaba, por lo que en el instante, tuve que seguir mi papel ante la tremenda aglomeración de gente.
Entregué ésta carta para decirle que la empresa para la que usted trabaja, utilizará, como ha sucedido en muchas ocasiones con numerosos inventos, un fin lucrativo del todo, pues no hay compañía, ni hombre de negocios que vea al humano como humano.
Debía decírselo, pero no tenía cara para hacerlo oralmente, pues fue demasiado tarde para salvar el proyecto, lo internó e hizo el papeleo como un rayo, entusiasmado para obtener el apoyo económico que necesitaba y lo entiendo.
Sin más que decir… me despido.
PD.
Después compré una de sus máquinas, el resultado, fue salvar un gran proyecto, es muy eficaz, mis felicitaciones, estaré en su conferencia mañana.
Edward Rosser III“
Al oír tales malas noticias, el cuerpo de Miguel comenzó a estremecerse, como si hubiera visto al diablo, y de sus ojos, se desvaneció la vida, lentamente.
— ¿Por qué no la entregó antes?—Preguntó la mujer con voz entrecortada—Pudo haber sido útil desde antes.
—Se le impuso un perímetro a su esposo, porque querían mantenerlo iluso—dio una pausa tomando una bocanada de aire—Mi padre fue asesinado el día que expuso sus preguntas en público en la conferencia, pero no se culpe señora, sabemos que él nunca pensó en que la empresa lo abandonaría de ésta forma, ni mucho menos que ésta haría atrocidades por él.
Ambos miraron al cuerpo y se abandonaron en sus cavilaciones melancólicas, el muchacho conocía al viejo Miguel Hurtado y le entristecía lo sucedido.

Steve llegó a la acera de su casa de madera, ubicada en uno de los muchos barrios pobres de la región en que vivía, su jardín árido, se removía en polvo con las olas del viento caluroso.
Revisó el buzón y encontró un jugoso regalo del gobierno, era una de las máquinas a las que se les había hecho gran propaganda en este último año, dícese que puede salvar a los muertos bríos y a las decaídas esperanzas.
La sacó de su buzón y entró con la máquina en las manos, le dio un beso a su esposa, que había cocinado uno de los últimos trozos de carne que les quedaba en la casa, el ambiente olía a esfuerzo y a una vida a duras penas.
Al ver ambos, sobre la mesa el nuevo aparato, se les iluminaron los ojos, ojos que antes rozaban todo con desaire y tristeza. Sin observarlo más, introdujeron su dedo en la hendidura de la parte superior de la máquina y ésta le mostró con fiereza, a cada uno:
“Steve Duncall – Soldado de Artillería, frente de expansión… anotarse en la armada”
“Marianne Duncall – Lavandera y cocinera en la casa imperial Hilton”
Ambos, se vieron y sonrieron con los bríos recobrados al máximo, vieron la TV mientras comían, observando atentamente cada detalle, desde los anuncios de las máquinas maravillosas, hasta las asombrosas cifras de la guerra de expansión. Al terminar sus platos, se miraron lascivamente (la máquina ahora inyectaba un potente afrodisiaco) y fueron a la cama a tener sexo, sin darse cuenta que como ellos, sus hijos nunca más volverían a ser libres, como ellos alguna vez lo fueron.

Ese día, millones de máquinas aparecieron en millones de buzones, en casas de clase baja y clase media, mientras en los gigantescos palacios gente riquísima, fumaba habanos y brindaba champagne, celebrando su victoria contra el enemigo de siempre y proclamando las voces ebrias gritaban como bestias… —¡Oligarquía!—

martes, 9 de julio de 2013

Melancólico clamor.

En el páramo alejado
Encontré tallado vuestro nombre
En piedra negra, en piedra,
En piedra encontré su alma.

Bajo la luna opresora en melancolía
Encontré vuestra esencia
En lívidos tallados, en piedra
Encontré lívida su esencia.

Pues las nubes bajaron
Grises rayos penetraron mi  cielo, oh
Mi cielo se desmoronaba en mil
Pedazos de angustia caían en las gotas.

La tempestad desfilaba sus navajas
Navajas en la cara de mi cielo difunto cielo
Bombardeaban mi cuerpo impávidas
Las nubes, esbozaban melancolía en lúgubre sonrisa.

Y en carne encontré el dolor
Lleno de lágrimas carmesí
Estremeciendo gravemente mi interior
Y en mi corazón inmutó el diamante.

Jamás el nombre en piedra cambió
Estaba ahí invencible ante todo
Como el hierro que marca el toro

Como el diamante que marca mi despecho,
En lívidas talladuras, en piedra negra.

lunes, 1 de julio de 2013

El entierro

Cuando la nostalgia y la melancolía se nos meten en los ojos como basurillas... y nosotros sin saber qué hacer, intentamos el silencio, el alcohol, el desquite, la violencia, cuando sabemos en realidad que todo terminará en sollozos y gemidos, clamores porque vuelva el pasado, lindamente no volverá y tampoco sería posible desembarazarse del sentimiento, sin embargo como una camisa nueva de algodón, el sentimiento se encoje y se encoje hasta que nos insensibilizamos con ella.
Finalmente abrimos los ojos y nos preparamos para una nueva ráfaga de melancolía con nostalgia (agitada, no revuelta) y lloramos amargamente por su acto de presencia, como el fuego del hambriento que recela y odia la vuelta de la carencia.

Les he hablado felizmente de mi amiga la nostalgia y su prima la melancolía, aquellas que en estos momentos me acompañan, me abrazan, me consuelan y me escuchan mientras lloro... ¡Mientras clamo! ¡Mientras me estremezco! ¡Mientras me agito! Mientras lloro, veo cómo entierran a la madre de ambas, la felicidad y el pasado. Las quise cómo a mi madre, me digo.

Nostalgia y melancolía, llegan, me toman de los brazos, me dan palmadas en la espalda y me dicen: —¿Qué te enseñaron ellas cuando estaban vivas?
—¡Que la vida es perfecta! ¡Que la vida es hermosa! ¡Que hay que disfrutarla!

Y de pronto, abrazo a la melancolía, como mi única amiga —Te quiero amiga, te quiero melancolía—le dije.
—Yo no soy melancolía
—También te amo a ti, nostalgia.
—Ni Chana ni Juana
—¿Quién sos vos? ¿Quién sos vos?—Dije abrazándola todavía más fuerte
—Soy hija de felicidad y de pasado, de ambas.
Muy sorprendido, con el estupor consumiéndome, con la sangre que sube hasta mi mejillas, sangre apurada por lo que escucho, el fuego recorre mis venas.
—Vengo por la herencia—Agrega rápidamente.
Con el fuego recorriendo mis venas, la miro a la cara y veo todavía más esperanzado, una cara rebosante de juventud pura, de felicidad y de equilibrio total, estupefacto le digo:
—Eres tan hermosa como tu progenie, oh, perfección en cada trazo, en cada arruga, en cada cabello.
Le doy una ojeada una vez más y me aprieto a su pecho.
—¿Cómo decís que te llamas tú?
—¡Henry, señorita! ¡Henry! ¿Y Vos?—Silencio.
Me dirige una mirada condescendiente—Mi nombre es, Miss Presente.
Me aprieto todavía con más fuerza a su pecho, cuál bebé desesperado.
—¡Tómalo todo! ¡Llévatelo contigo!
La mujer fue a revisar el testamento, que estaba colgado, a la vista de todos.
La mujer se llevó todo lo que había en la estancia, incluyendo a las cadáveres, todo lo que decía el testamento, era una grandísima fortuna. Finalmente, me dijo...
—Henry, te vienes conmigo, eres parte de la herencia.
No me resistí. Ya lejos, volví la vista por arriba del hombro de la mujer que me cargaba, vi a nostalgia y a melancolía, desfilando en el horizonte. —¡Usurpadoras!—Pensé—¡Adiós!