jueves, 29 de noviembre de 2012

Cuentos e historias de Villa Sur. II

"—¿Qué si conocí todo? ¡Ja! Claramente lo hize, conocía hasta al pobre muchacho alcoholico que pasaba todos los días por la calle principal; muchas veces intenté disuadirlo de algún modo para que dejara la bebida, pero era inútil.—"

Cara fuerte iba saliendo del café justo a la hora en la que solía llevar a Eliza a su casa, sólo que ella ya no estaba, solamente su memoria quedaba, solamente eso. Tomó la dirección hacia su casa y apretó el paso. Caminando hacia la dirección opuesta iba Braulio, con un mezcal vacío en mano y con un paso algo inconstante típico de un borracho, ninguno de los dos cruzó miradas, era como si no se pudieran ver, pero ahí estaban.
Braulio cruzó por la puerta de madera de un bar. En su completa soledad se sentó junto a una mesa, parecía como si fuera a desmoranarse de un momento a otro pero él ignoraba completamente su entorno, ya no le importaba nada ya que él estaba a punto de caerse en mil pedazos al igual que la mesa de madera pero, le dio igual y pidió más mezcal, otra botella para ser exacto.

Al primer caballito nada sucedió. Su mundo seguía siendo la misma porquería de la que quería escapar, sólo daba vueltas ¡Sólo eso!.
Al segundo trago las mujeres ahí presentes se volvieron cómo si todas hubieran sido paridas de un mismo vientre; uno divino, perfecto, excelso y dislumbrante.
Al tercer trago todas empezaron a parecerse todavía más y ¡más! eran clones, como la oveja dolly y polly.
Al cuarto trago le supo agridulce pero, lo disfrutó tanto, hizo gárgaras con el sabor, lo mantuvo, lo amaba; era lejos lo único que le quedaba de la vida pasada con la que solía soñar y disfrutar.
Al quinto trago el mezcal se volvió en un vino que se añejaba a cada trago.

Ahora se encontraba en el Café de Don Pedro, estaba vacío como si algo estuviera sucediendo allá afuera, ignoró todo por completo y siguió esperando pacientemente. En la mesa en la que estaba sentado tenía en el centro un bello decorado, él lo había hecho, había tallado piedras en forma de corazón, había ya soñado con ellas. La persona que esperaba nunca llegó.

Estaba en el bar otra vez, el mezcal perdía cada vez más su color cristalino y el sabor agridulce que le causaba a Braulio; se volvía amargo y seco. Le dió dos tragos más, esta vez directamente de la botella.

Seguía agarrando las piedras talladas del centro de la mesa, eran muy lisas y placenteras al momento de acariciarlas, finalmente la persona que estaba esperando llegó pero, un velo negro cubría su cara, no era un velo negro físico sino uno como una mancha negra que no dejaba ver nada.

—¡Ahhh!...¿Por qué Dios mio?— Exclamó Braulio decepcionado y se bebió el resto de la botella de un solo trago. Un sabor amargo invadió todo su ser y recorrió sus venas en unos cuantos instantes.

Corazones de piedra.

En el café de Don Pedro estaba esperando Braulio, era un día de verano y la mayoría de personas que vivían en el pueblo habían tomado un autobus hacía la ciudad. La oscuridad de la tarde y las luces tenues de las velas hacían una atmosfera melancólica solitaria, y romántica de parejas. No había nadie salvo algunos jóvenes desamparados oyendo a la música que venía del estéreo. Braulio había conocido a una niña hermosa, se llamaba Daniela y no la había visto nunca antes; curiosamente se encontraron cuando Braulio en el campo veía a las nubes cómo entretenimiento. Se dedicaba él a tallar figurillas de madera y mirar a las nubes todas las tardes en ese lugar que estaba en las faldas de la montaña y ese día se encontró a Daniela y él inmediatamente la saludó.

—Hola... nunca te había visto antes.
—Yo nunca te había visto a ti.
—Eh, entonces supongo que no eres de por aquí
—¡Ay! ¡Obvio que no! Mi papi me trajo aquí porque quería que conociera su pueblo natal.

No dejaba de ver a un objeto rectangular que llevaba en las manos, lo miraba intermitentemente; la tenía poseída, no podría pensar sin que el pensamiento estuviera relacionado con su pequeño objeto.

—¡Ash! ¿Puedes Creerlo? ¡Esta cosa no tiene señal! y luego me marca  20% de batería—
Miró a su alrededor y no se veía ni un poste de luz, nada que puediera indicar vida humana.
—Creo que nisiquiera al pueblo llega la señal
—Es que este lugar está alejado de la civilización, no hay nada de nada.—

Le encantaba esa sensación que le causaba, era como la novedad, un olor a juguete nuevo, mezclado con sensaciones sinestésicas en el estómago, que confundía con la sensación de adentrarse a un lugar oscuro pero que no tiene peligro alguno, que te metes corriendo sabiendo que no hay nada enfrente contra el cual chocar ni nada en el suelo con el cual tropezar era adentrarse completamente a una vida nueva. Su corazón palpitaba rápidamente y actuó el resto de la compañía de Daniela sin pensar en lo que hacía, se adentraba a lo nuevo.

—Hey, toma, te lo regalo— Extendió el brazo y le entregó el oso de madera que acababa de tallar y continuó:—Sí hay cosas interesantes en el pueblo, hay varios lugares en el pueblo pero, empezaré enseñándote el lugar al que vamos todos los jóvenes del pueblo.—
Le escribió la dirección en un pedazo de madera. Miró a Braulio a los ojos y le sonrió.
—Claro pueblerino, iria contigo a donde sea, me pareces algo interesante y además no hay nada que hacer aquí
—Bueno, yo estaré aquí hasta el anochecer. Digo si me necesitas.
—Okay pueblerino, te buscaré si algo necesito, pero ahora sólo necesito señal así que hasta mañana.
—Hasta mañana.

Su silueta se perdía entre la oscuridad del ocaso mientras alzaba su celular para ver si obtenía señal alguna, pero su celular se apagó. Azotó los pies contra el suelo en señal de ira y apretó el paso para volver a casa.
Algo le gustaba en ella, algo que no podría ver pero sentía en sus palpitaciones, no sabía que era, tenía que descubrirlo.
En el café de Don Pedro estaba esperando Braulio, era un día de verano y la mayoría de personas que vivían en el pueblo habían tomado un autobus hacía la ciudad. La oscuridad de la tarde y las luces tenues de las velas hacían una atmosfera melancólica solitaria, y romántica de parejas. No había nadie salvo algunos jóvenes desamparados oyendo a la música que venía del estéreo. Había una decoración que consistía en piedras talladas en forma de corazón dentro de una maceta que contenía un árbol enano. Las piedras contenían escrito en el centro el nombre de "Daniela".

Llegó una muchacha de cabellos chinos vestida con pantalón de mezclilla y una blusa escotada, con el escote tapado por una playera. A Braulio le pareció muy interesante la forma de vestir de ella, era igualmente que todo lo que sentía sobre ella; nuevo e inexplicable, lejano e inalcanzable. Era todo un nuevo contraste de sentimientos. Él le propuso un paseo por las zonas naturales más interesantes del pueblo. Ella aceptó, el día siguiente comenzarían con la trayectoría que les tomaría dos días más o menos. Era un ruta que consistía en subir encaminando por el riachuelo hasta la cima de la montaña, armar un campamento arriba y lanzarse hasta el lago que alimentaba la cascada. Así chocaron copas llenas de café, brindando por el comienzo de algo nuevo y la nueva aventura del día de mañana. Todo olía como si estuviera plastificado, protegido con fibras sintéticas. Las bocas de ambos jóvenes sonreían, hablaban y tomaban la amarga bebida mezclada que se volvía dulce por el contenido agregado. Las bocas no paraban de hablar y al final de la noche... el silencio reinó, y las miradas entre ellos crecieron abruptamente, miradas directas que se transformaban en furtivas, esas miradas se unieron para despedirse y volverse a ver hasta mañana.

Al día siguiente se encontraron en el lugar, donde los dos se conocieron accidentalmente, esta vez la cosa era intencional y directa, sin coincidencias, sin destinos era parte de su libre voluntad humana. Con mochilas en mano se adentraron a lo que eran los árboles que rodeaban el riachuelo, eran una espesa cantidad y tenía un buen ancho el complejo de árboles, tanto que no dejaban ver nada por delante hasta estar unos metros cerca del río. Caminaron veinte minutos aproximadamente hasta llegar justo donde estaba el riachuelo, el agua se oía correr suavemente, el agua reflejaba todo claramente. Braulio metió las manos al agua y bebió un sorbo de agua cristalina y natural; esperó a que el agua que había revuelto se tranquilizara y se miró la cara. Una cara deformada por las ondas restantes apareció reflejada en el agua, las ondas pararon y el reflejo de Braulio era lo mismo, una cara deformada, irreconocible a su propia vista, ipso facto empezó a preguntarse ¿Esa abominación soy yo? ¿Qué me ha pasado?
—¡No puede ser! ¡No Puede ser!
Las palabras se le habían escapado de la mente y había gritado con todos sus ánimos.
—¿Que pasa pueblerino?
Preguntó Daniela preocupada.
—Amm... no es nada sólo es que... he olvidado algo que me da suerte.
—Tranquilo, estoy segura que no necesitas nada de eso.
Guiñó el ojo y lo jaló del brazo alejándolo del borde del riachuelo y con esto; alejándolo de sus pesadillas más profundas. Siguieron caminando, platicando de lo que habían hecho durante las vacaciones, durante la escuela, y las cosas que tenían y tomaban como pasatiempo.

"Las gotas de lluvia caían a cántaros —¿Dime dime, estás libre esta noche?— Se tapaba de la lluvia con los brazos sobre la cabeza... Continuó... —Déjame sacarte esta noche a bailar, te la pasarás bien, te lo prometo.— Alzó la mano como si estuviera jurando algo."

Siguieron caminando, y caminando... se paraban a ratos a descansar y seguían platicando, comenzaban a abrazarse, los besitos en la mejilla se hacían ahora presentes, luego llegaron los besos en la boca, los besos de lengua, los chupetones.

"Atravesaron un callejón oscuro y subió por escaleras y barandilla de metal sórdido"

Como puestos a una llama, las cosas aumentaban con el tiempo que transcurría, a cada paso, a cada segundo el rubor aumentaba junto con el calor de las cosas, la sangre que retenían en sus cuerpos cada vez se les subía más y los corazones palpitaban al mismo tiempo, al mismo ritmo. Llegaron hasta la cima de la montaña con un mismo paso, como una escolta, a tambor de sus corazones, como orquesta a batuta, sus pasos parejos y sus corazones descubiertos, pero cabezas plomadas, sus cabezas plomadas e inpenetrables.

"El cuarto oscuro de paredes con aplanado destruido dejaban ver los ladrillos de adobe, dejaban ver la pobreza a la que recurría"

Hicieron fogata bajo las estrellas y ahí todo se apaciguó, sintieron que tocaban el cielo que eran los únicos en el mundo, alejados de la sociedad alejados de todo, durmieron bajo las estrellas aferrado el uno al otro.

Al despertar, estaban entramados el uno con el otro, corazones palpitando al unísono, saliva caliente del opuesto tragada y ahora circulando por la sangre, calor compartido, los labios de la pareja chasqueaban, las dos braguetas del pantalón chocaban al ritmo de sus palpitaciones, comenzó a surgir sudor de las sienes de Daniela, ella empezó a desabotonarle la camisa.

Poco a poco, botón a botón, la bestia que tenía adentro empezaba a salir, empezaba a correr por sus venas, envenenándolas conviertendo cada espacio de sus venas, del blanco caucasoide a un rojo ligero, tal vez un rosa. Seguía desabrochando todo, él hacía lo mismo, las bocas no dejaban de chasquear, luego de unos segundos los dos estaban desnudos.

"—¿Ya lo has hecho antes?
"—Usté lo sabe, no tiene porque preguntar

Los golpes de entrepierna seguían el constante ritmo de los latidos. "—¡Ay! ¡Virgencita! ¡Que sabroso! los golpes secos resonaban por todo el cuarto" —Sí, ya lo he hecho antes amor, mi precioso pueblerino— Arqueó la espalda y empezó a moverse más rápido —¡Oh sí! Eso es todo, es todo lo que necesito— Ahora se apoyó sobre su pecho y empezó a oir sus latidos —Quiero que lo hagamos así de rápido— Dijo: —¡Quiero que lo hagamos ahora!— La colocó de modo que sólo podía ver su cabellera y sus espaldas "—¡Condenadote! Don Braulio es usté un potro, como los de los jaripeos, así de salvaje. No le conocía a usté esa parte—" La parte del clímax, la parte más rápida, se sentía como epilepsia estaba incontrolable ya no era él; era adentrarse a lo nuevo, empezaron a dar vueltas juntos, se revolcaron por todo el largo del lugar, no veía una pared contra la cual chocar, la entrepierna de Daniela estaba mojada y empezaba a mojarse más y más. Derrepente sintieron que no había gravedad, las espaldas al aire, las entrepiernas, las nalgas todo sin rumbo. Pararon y sólo se besaban, el rocío del agua proviniente de la cascada se sentía por las piernas, todo lleno de fluidos, un estrépito húmedo se oyó, agua por...
En el café de Don Pedro estaba esperando... los objetos verdes, las ranas, las el misterio.
En el café De... En el bar el añejo sabor que se alejaba por mucho del sabor normal del mezcal
En el café todo empezó a dar vueltas sin ton ni son. En el bar, se revivía el olor de...

En el café de Don Pedro estaba esperando Braulio, era un día de verano y la mayoría de personas que vivían en el pueblo habían tomado un autobus hacía la ciudad. La oscuridad de la tarde y las luces tenues de las velas hacían una atmosfera melancólica solitaria, y romántica de parejas. No había nadie salvo algunos jóvenes desamparados oyendo a la música que venía del estéreo, todo empezó a dar vueltas, todo desapareció, todo estaba borroso y oscuro en el cuarto. La lluvia sonaba, las ranas empezaron a salir y a croar, estaba postrado sobre su cama y a su lado una señora morena jadeaba.
—Sabe usted... ya no me debe nada, lo ha hecho muy bien.
Se dio cuenta que no era su cama. Se dio cuenta de su soledad. Se dio cuenta de su melancolía.




sábado, 24 de noviembre de 2012

Cuentos e historias de Villa Sur.

"—¿Qué si sé algo de Villa Sur? Claro que lo sé, de hecho sobre eso escribí unos cuantos cuentos, unas muchas historias y sobretodo un mar de sentimientos.— Los hombres que me escuchaban exclamaron asombrados y yo continué: —¡Sí! Así fue, dejé media vida ahí, media nalga, medio corazón y casi todas mis palabras. Era verdadermanente un lugar hermoso...—"

Habían muchos cafés en el pueblo de Villa Sur.
Cafés bonitos pero caros, cafés románticos que rompían el bolsillo y un poco más, cafés baratos pero con sillas apunto de ser descuartizadas, cafés accesibles que tenían un ambiente hostil.
Esta es la historia de Don Pedro de Cajigas, a quien le gustaba que le dijeran Don Pedro o Don Caji, él ciertamente tenía un sueño con los cafés; ese sueño era tener un café accesible y precioso para jóvenes enamorados.
Lo hizo, y todos los enamorados acudían al café de Don Caji, era un lugar hermoso iluminado por velas, rojizo por el color de las rosas que la habitaban y oscuro... por pura privacidad claro, ya que algunos padres no permitían que sus hijas salieran con sus anónimos yernos.
Pero que tantos jóvenes Acudieran al café lo volvía una experiencia poco especial y poco a poco se volvió simplemente un lugar de ambiente.
Esto a Don Pedro no le molestó pero se le ocurrió una nueva idea... Tomaría una cosa que le recordara a los jóvenes más románticos de Villa Sur y los juntaría en el lugar más privado y romántico de su café, donde sólo los verdaderos enamorados podían estar.

La pulsera de plantas

El primer objeto que decidió poner Don Caji como recuerdo en su mesa privada para los más bellos e inspirantes enamorados fue una pulsera hecha con plantas...
Se inspiró porque vio a un muchacho, no se acuerda bien de su nombre, pero sabe que lo llaman por un apodo, sabía que a él le llamaban cara fuerte, era un chico con facciones duras, tenía cabellos negros y cortos, pero sobre todo lo más llamativo de él, una mirada que parecía que siempre estaba enojado, pero justamente eso cambió cuando conoció A Eliza, que podría no ser la niña más bonita de el lugar, ni la más linda, ni la más inteligente, ni la más... ¡Ja! ¿A quién le importaba? A cara fuerte no le pasaba por la cabeza ni la más mínima idea de porque quería a Eliza... podrían ser sus ojos, que además de ser bellos, hablaban de su perfecta personalidad y de la persona que era, hablaban de mil cosas, incluso hablaban de su gato ¡Hablaban de todo! El pobre cara fuerte podía quedarse viendo a sus ojos por toda la cita sin decir ni una sola palabra.
Podría también ser sus labios sedosos, que eran perfectos cuando ella hablaba, estos hablaban de todo así como sus ojos y sus mejillas.
Pero por otra parte cara fuerte no era el más guapo, mucho menos el más inteligente ni el más hablador, de hecho se le hacía imposible hablarle a las mujeres, era él un gañán de primera.
Se la pasaba escupiendo y jugando a los dados, volados, cartas y todo tipo de juegos, mientras en estos hubiera una apuesta de por medio.
Un día como todos; Cara fuerte se dirigía a apostar, había vendido un par de críos de pollo que había encontrado en el campo y quería duplicar su ganancia; de esta manera empezó a apostar, apostó primero en los dados, ganó la primera vez... y la segunda ¡y la tercera! pero empezó a apostar más y perdió un poco más de lo ganado.
Así siguió hasta que perdió todo su dinero. Perdió hasta que ya nadie quería jugar con él, era un pobretón sin dinero, fue de un lado a otro pidiendo prestado, diciendo: "Al menos un peso por favor" pero nadie le hizo caso. Hasta que un niño, él se llamaba Marco. Marco era un joven inteligente, un muchacho rico y pedante, pero bueno, él había cargado sus dados, y como el ya tenía bastante dinero no quería las sucias deudas de cara fuerte, él quería que cara fuerte se avergonzara, que la pasara mal. Entonces así se sentiría realizado y sería su venganza por las numerosas veces que él le había hecho calzón chino.
Sabía que cara fuerte no le podía hablar a las niñas así que apostó que invitara a Eliza a salir.
Cara fuerte aceptó, el expresaba que decir que no a un reto era para maricas y chicos sin carácter, y así cara fuerte; como tijera a la piedra, cómo cuchillo contra rifle, sin oportunidad alguna... así perdió.
Esa misma tarde estaba Eliza sentada con sus amigas en el campo cuando todas divisaron a lo lejos el cuerpo de cara fuerte dando pasos cortos y pesados, como si le pesara algo, como si quisiera quedarse atorado en el pasto cada vez que daba un paso, se acercaba más y más. Esto causó entre las jóvencitas una serie de comentarios, "¿Para qué vendrá?" "¿A que viene ese hombre?" "¿Vendrá a apostar?" las interrogantes cesaron cuando él estaba frente a ellas.
Cara fuerte llegó frente a las muchachas con su gesto de odio y enojo característico, vio a Eliza a los ojos para darle la proposición, y su mirada se adentró tanto a la de ella, se vio el mismo junto a ella, en un campo florido, en un bosque nevado, jugando a correr por una pradera, en general todo tipo de escenas por el mundo que se le ocurrieran. Su cara cambió su tono severo y amargo que siempre tenía y se adulzó, se dio cuenta que ignoraba una gran cantidad de cosas hermosas de la vida, que ahora habían entrado de lleno por sus ojos, por ese cruze de miradas, por esa suerte que tuvieron los dados, los pollos, todo encajó perfectamente para que esas dos miradas se cruzaran, se dio cuenta que somos figuras imperfectas en una realidad; espacio y tiempo perfectos. Los dos callaron, estaban concentrados el uno en el otro pero podrian también sentir lo que provenía de afuera; oyeron el paisaje a su alrededor, el aire que corría por el campo abierto, los pájaros jugaban en el viento persiguiéndose unos con otros, las amigas de Eliza observaban calladas diciendo uno que otro comentario al oído, de pronto perdieron el interés en todo y se miraron mutuamente sin fijarse en lo demás.
—Hola— Dijo con timidez Cara fuerte
—Hola— Respondió Eliza amablemente al saludo sin dejar de mirarlo a los ojos
—Quisieras tú...—
—¿Ir al café contigo?— Completó la frase de él y continuó:—Me encantaría—
—Sólo quería saber eso—
Un silencio incómodo atrapó a los dos. Un silencio largo. Hasta que se rompió sútilmente
—Bueno, hasta entonces.—
—Hasta entonces.—
Se alejó poco a poco, con pasos suaves, intentando seguir los pasos que había marcado cuando entró al campo pero, fue imposible; poco a poco; paso a paso se fue desplomando en su camino a casa cruzando así el pueblo hasta la puerta de su casa.
Con pasos ya topres y poco determinados llegó hasta su cama, que era ahora un lecho de rosas y ¿Quién lo hubiera dicho? ¿Quién lo hubiera dicho de alguien como cara fuerte? Que él se había inventado una alergía y una enfermedad grave para no tener que tocar aquellos simbolismos "para maricas" y ahora estaba revolcándose sobre ellas, rosas blancas, rosas rojas, rosas amarillas, rosas negras y rosas rosadas. Estaban todas estas unidas al bullicio elegante estas finalmente, cayó dormido entre las flores, entre los colres y entre las espinas que, amenazantes, rozaban su piel causando cosiquillas y un placer único.
Despertó emocionado, aunque las rosas ya no estaban en la cama, las sentía por dentro picando las paredes de su estómado; rosas que recordaban y traían a la mente a los bosques de coníferas soñados que el había pasado con ella, de las praderas en las que se imaginaba a su lado y picos nevados blancos, sumamente blancos cómo la mente de ambos muchachos pero... ¿Para que darle más rodeos? Adelantemos un poco las cosas.
Cara fuerte no sabía que llevarle, obviamente no tenía dinero para un regalo prefabricado ya que su carencia había provocado este encuentro. Recordó algo que le dijo su abuela: "No mijo, el dinero no lo es nada en una relación, pensar en eso es como arreglar tu propio matrimonio, así como tu bisabuelo lo hizo con nostros, no arruines algo que tienes y quieres por dinero, los sentmientos no se compran mijo, traelo en mente."
Eso lo hizo reaccionar y se puso a buscar algo bonito en el jardín, algo como flores, pero no encontró ninguna sin embargo sí se encontró con algo que olía demasiado bien, algo que le hizo recordar, lo sintió especial, algo insólito, unió con hilos las plantas y se las llevó en las manos.
Llegó misteriosamente antes, sin haberlo pensado antes, y esperó un rato, se puso a ver a las cosas de alrededor, a la gente que jugaba cartas en las mesas adyacentes, a la que reía y la que iba de cita con su pareja. Eliza llegó. Ambos empezaron hablando de temas triviales, yéndose de estos a los poco triviales y de los poco triviales a quedarse sin palabras, sólo mirándose el uno al otro en absoluto silencio, el olor enervante de sus pulseras, los hizo caer en un maleficio.
Hacían eso todos los fines de semana, luego todos los días, hasta que Eliza se fue. Él ignora a donde o el por qué se fue, sólo sabe que nunca podrá volver con ella, que todo tiene un fin. A cara fuerte no le quedó más de ella que una imagen en los párpados que no se podía quitar.
El sabor amargo del café azucarado y el olor dulce de la planta crearon en su boca un sabor agridulce que no se olvidaba, un sabor que se volvió una enfermedad crónica.

lunes, 19 de noviembre de 2012

HHHAASSHHHDDDDEEE.

El cohete salía de la tierra, el estrépito era horripilante, dicen por ahí que el escucharlo te deja sordo pero que verlo es hermoso, dicen también que es sólo una maniobra del gobierno para hacernos creer que la tecnología avanza y nuestras fronteras también lo hacen; que el hombre pronto se apropiará de marte y los hombres más ricos del mundo tendrán grandes latifundios en marte para invertir ahí en futuro.
Un héroe en escena estaba adentro del cohete, no le interesaba ni hacer latifundios, ni nuevas alianzas con la gente marciana que podía existir ahí, ni le interesaba el honor que a cualquier conquistador se le era atribuido, él estaba ahí para respirar aire nuevo un aire que no le podía otorgar las ciudad ni la tierra, a donde sea que fuera todo estaba infestado de anuncios, y en los anuncios, revistas y cualquier medio se decían las peores calamidades los unos de los otros, todo se trataba del control del medio, el recuerda a su esposa, su amada Violeta, que ahora su alma descansa en paz entre algún pedazo de ese cielo estrellado. Ella había muerto de esquizofrenia, pero no cualquier esquizofrenia, una muy fuerte; intervenía en esta todo tipo de objetos, resaltaban en este, cajas y libros que hablaban, dicíendole lo que tenía que hacer, paredes que tenían cara y cada uno de estos objetos la forzaban a conseguir parejas de su tipo.
Para el eso no era más que la realidad en la que vivían. —¿Sería que yo también estoy loco?— se preguntó. Él sabía también que su esposa había escrito lo que más tarde lograría que la encarcelaran en un complejo psiquiatrico.

"Huyó dentro de una camioneta abarrotada.
Hacia un bosque verde.
Hacia la terracería.
Adentro del absoluto silencio.
Adentro de la oscuridad.
Seguida de iluminación.
Seguido del parloteo.

Huyó dentro de una camioneta abarrotada.
Hacia un bosque gris.
Hacia la negra terracería.
Donde ronroneaban los gatos de colores cromados.
Donde ladraban los perros de finos calzados.
Donde vivían las alcancías de cochino llenas.
Donde vivían los grandes cerebros.
En las casas del árbol.

Enfrente de todos.
Entre todos."

La superficie de marte se veía cada vez mas cercana hasta que las patitas de la aeronave tocaron la tierra roja de marte, se arrodilló ante sus dos satellites, se quitó el caso y echó a perder una misión de la nasa, una misión de millones de dólares, echó a perder kilos de hierro, de titanio, una alberca olímpica de combustible para cohetes y se ganó el repudio de la humanidad que lo veía en ese momento, sentados. Hablaron mal de él en todas partes aún después de muerto, los libros de historia lo tienen marcado, un ejemplo claro de la envidiable estadística, el y su esposa.




Y esa noche miramos a las estrellas, postrados boca arriba él me dijo...
—El cielo es una perfecta utopía de núcleo familiar.
—¿Ah si? Dime por qué.
—Contrario a todo papá normal, el sol deja salir a sus hijas las estrellas sólo por las noches...
—Eso concuerda con lo que cualquier "padrote" hace.
—Pero cada estrella...— Dio una pausa y continuó en tono didáctico:—No se toca con la otra de ninguna manera, respetan las órdenes o de otra manera... Desobedecen, pero ni nosotros ni el sol lo sabemos—

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Somos tan raros. Sí nosotros.

«Con gran presión salieron las palabras dando a parar directamente hacia las hojas de papel, no escribió palabra alguna pero las sórdidas hojas causaron la relajación en el triste semblante del actor.
Había desde hace mucho intentado escribir con esa lánguida flama que carecía ya de combustible para alimentarse, la parafina yacía sobre la mesa y la flama comenzó a  parpadear de agonía, entonces súbitamente se apagó»

"La hoja de papel estaba escrita ahora casi hasta la mitad pero su escritor y protagonista no tenía luz alguna, se había quedado a oscuras y teníamos que idear algo para iluminarlo otra vez."

«Salió intentando palpar las cosas para no chocar contra ellas, pero en sus intentos inútiles chocó contra los muebles por la oscuridad abrazadora, hasta que logró ver salida, llegando a ver aquella luna llena que alumbró su camino»

 "—¡Dichoso yo! he derramado mi tintero y ahora de ninguna manera podré continuar con esto—"

Mi hoja de papel estaba casi completamente escrita pero, nuestro protagonista necesitaba tinta y algo de ánimos. Su hoja de papel estaba totalmente manchada así como su tintero en la mesa y mi falta de creatividad.

"Salió intentando no mancharse más de lo deseado ni estropeando más de lo que debería estropear, hasta que al fin llegó hasta la puerta, caminó afuera y quedó justo enfrente del porche, se dio cuenta que había dejado un camino de huellas pintadas con tinta negra las ignoró y se dejó llevar ante el ruido de la ciudad, carrozas caballos y gente caminando por la calle."

«Él, allá adentro seguía viendo a la luna, esperando a que alguna pluma salvadora moviera su cuerpo y sus pensamientos. Repentinamente una invasión de color negro empezó a correr por sus pensamientos y murió así nuestro y su protagonista, sin que nuestro escritor y protagonista se diera cuenta»

—Bueno, dime tú ¿Que piensas de esta historia?, ¿Esperas acaso algo de esto?, Bueno, ¿A quién engaño?, sé que nisiquiera me estás poniendo atención— 

"—Hey espera ¿A quién le hablas? ¡Tú! Él de allá arriba que escribe, ¡Hazme caso malnacido!—"

—No era nada, sólo estaba hablando con un sujeto que pensé que me miraba, pero no hace más que leerme como a un libro—

"—Bueno bueno, está bien, si eso es lo que pasaba sólo sigue escribiendo—" 

—No no puedo amigo, me siento observado; este alguien observador de un momento a otro podría aplastar mi imagen entre las páginas y me mataría a mi y a mi existencia, que sólo para eso sirve—  

"—Creo que te has metido en un papel que no es tuyo—" 

Dí una carcajada —Es bueno este muchacho, ha hecho una gran metáfora en sólo una frase, y yo aquí siendo un escritor, sin atractivo alguno.—
—¿No lo crees así tú?— Miré directo al cielo, como si viera al lugar de dónde me estaban observando.

"—¡Ya! No te va a contestar, convéncete, hazme limpiar mi estropicio o guíame a la tienda donde encontraré mi tinta—" 

«—¡Hey! ¿Se olvidan de mi? Aquí hay completa oscuridad y no puedo ver nada; ni la punta de mi nariz, no es cierto que haya muerto, sólo me he inundado de oscuridad—» 

Ni una palabra se oyó era un silencio tremendo, y encima incómodo.

«¡Con que con esas vamos!» 
«Entre toda la oscuridad en la que nisiquiera el se distinguía, empuñó con fuerza la pluma que tenía en su mano y la clavó en su viente porque nadie lo escuchaba, gimió» 

"—¡Hey! ¿Por qué has hecho eso?— Calló inmediatamente y se dirigió a la tienda donde compraría su pluma, la tendera era hermosa, de cabellos cafes lacios, blanca con unos ojos cafés clarísimos, calló enamorado de la tendera, era como una pluma, una hoja y luz dentro de su corazón y mente misma que escribían historias sobre los dos individuos juntos, quería seguirla viendo así que diariamente de esta manera siguió tirando la tinta en su casa, para así tener una excusa para seguir visitándola, hasta que su casa se transformó en un cráter de tinta entre toda la ciudad dibujada. Él se quedó sin hogar; le rogó por asilo a la tendera que era la única persona con la cual congeniaba pero esta se negó rotundamente. Ella dijo que había conocido a su príncipe azul que la llevaría lejos, muy lejos de ahí, donde las nubes no existe y el horizonte lo es todo"
 "—Vamos, dime por qué haces esto, no lo entiendo, he sido obediente a todo lo que has escrito, y además ante tu palabra ¿Por qué lo haces? ¡Dime!—"
"El sujeto no obtuvo respuesta alguna, agarró los tinteros, ya no era escritor ni protagonista, era sólo un menesteroso hombre, de hecho ni siquiera era eso, era un hombre inexistente, era una mancha negra en las calles, sólo eso."

Súbitamente entraron en mi cuarto unos hombres encapuchados y me apuntaron en la nuca.

"Yo estaba ahí presencié todo, no soy ahora un punto negro, soy un punto negro, manchado de sangre, no sólo tinta sino también sentimientos. A él le apuntaron a la cabeza y lo mataron en el nombre de algún cacique de nombre desconocido, estaba escondido aquel nombre entre las capuchas de los sicarios, entre las pistolas, ¡entre todo! era irreconosible la causa, así como la consecuencia. Jalaron el gatillo y volaron los sesos sobre las hojas, y la sangre manchada sobre estas hicieron un patrimonio sentimental, para ti, si para ti lector, para mi también."
 «¿Tu sigues aquí? ¡Deja ya de leer incoherencias!»
... 
 

domingo, 11 de noviembre de 2012

CAPITULO IV

Con las ideas en la cabeza, Antonio corrió a lo largo del complejo dirigiendose directamente a su oficina, cerró puertas y ventanas con llave, cerró las cortinas y finalmente estudió el caso a fondo, hasta lo más minucio, hasta lo más obvio, estaba tan entrado en todo que no oyó los pensamientos que venían del otro lado, en la oficina adyacente.
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—Entonces te decía— El sujeto miró el archivo que tenía sobre su escritorio y continuó.
—Señorita Ámbar, usted está siendo resucitada ahora mismo en el mundo físico.—
— ¿¡Cómo!? ¿¡Podré volver allá abajo, arriba, a un lado o hacia la dirección que esté el mundo físico!?—
—Todo depende.—
—¿Depender de qué?—
Miró a Ámbar con una mirada que parecía amarga debido a su semblante pero por la posición de sus musculos parecía algo cómica e irónica.
—De lo que diga nuestro jefe, nuestro amo y señor, aquel que ustedes llaman... Dios.—
—¿Así que si existe? Pensé que no—
—Todos llegan aquí y cambian inmediatamente de idiosincracia, no es sorpresivo—
—¿Eso quiere decir que depende de Dios si me salvo o no?—
Soltó una larga carcajada que hizo que su cuello se remarcara de sus vacías e incoloras venas e inmediatamente se puso totalmente serio como lo estaba antes.
—¡No! Puede interceder con la muerte pero de algún modo aquí tu muerte es definitiva, no hubo el más mínimo interés de él contigo.— continuó
—Tal vez tengas más suerte la próxima vez, pero por ahora no estoy aqui para hablarte de ese tipo de detalles, sino de lo que sería la vida si no la hubieras tirado a la basura como si fuera cualquier cosa, adelante, siéntate estás en tu casa.—
Ámbar tomó asiento, la silla se sentía como si estuviera sentada en el aire, pero sus piernas tampoco sentían esfuerzo alguno porque éstas tampoco existían.
—¿Sientes eso acaso?—
—No se siente nada, ni lo más mínimo—
—¡Eso Es! La sala de espera donde estabas hace un rato era para aquellos que no habían muerto aún, el sujeto con el que intercambiaste pensamientos está en coma en esos momentos, como todos los demás a quienes viste cuando llegaste, otros tienen poco tiempo allí y probablemente muchos de ellos ya estén tomando una plática como la nuestra con uno de mis compañeros. Lo curioso de ello es que muchas veces se tiene contacto con personas muertas o futuramente muertas cuando se está en coma. Pero si despiertas tomarás lo vivido en esa sala como no más que una realidad silopsista ya que te confundirás porque aquí el tiempo pasa mucho más lento y cuando te pasemos de esa sala a una de nuestras oficinas entonces lo sabrás todo pero nadie vivo sabrá de ello porque estarás muerto. Es simplemente hermoso como los muertos vivimos en el total hermetismo.—
Ámbar asintió, iba a preguntar algo pero el sujeto en tono entusiasta prosiguió.
—Ya sé que quieres oír, quieres oír que es lo que hubiera pasado si no hubieras rajado tus muñecas, te lo demostraré, ya vuelvo—
Puso un televisor sobre el escritorio y lo encendió, dijo algunas palabras a la caja y empezó a proyectar la vida de ella, primero empezó en un consultorio médico con poca luz, las paredes sórdidas daban la impresión de ser este un consultorio viejo, o uno clandestino, adentro de la sala de cirugías se encontraba la mamá de Ámbar con una niña en los brazos, era precisamente ella. En la siguiente escena ella aprende a caminar, luego ella ahora diciendo su primera palabra, que era mamá, inmediatamente después está entrando al jardín de niños; lágrimas se derramaban de sus pequeños ojos, las imágenes iban transcurriendo cada vez más rápido, esta vez estaba saliendo del jardín de niños, en seguida entró a la primaria, luego estaba en la secundaria, imágenes de salidas con amigos, su primer novio, su boleta de calificaciones bajando inminentemente, pasó también a su mamá durante ese periodo; que a cada una de las imágenes que pasaba se veía mas demacrada y con una persona diferente cada vez. Siguió entonces con la vida de Ámbar, la otra imágen es como perdió su virgnidad en medio de nada menos que una calentura, en la que ella negó varias veces llegar al acto pero desistió y de esa manera terminó, luego de eso, tuvo sexo con muchas personas más y además, con muchas al mismo tiempo pero el sujeto final al que quiso demasiado, terminó dejándola porque para él, Ámbar era como los demás sujetos a ella, sólo una pérdida de tiempo. Diversas cosas más pasaron en su vida, y termina la cinta con una imagen de unas muñecas sangrantes, seguido de que la llevan al hospital un poco después, su madre le dona sangre pero fue inútil.
—Bueno, espero que te haya gustado lo que hizo nuestro amigo el receptor con los videos e imágenes que tomó sobre tu vida, en efecto es una persona muy trabajadora. Pero basta de todo esto, cuando este video paró, el último intento de revivirte o hacer algo respecto a tu vida ha terminado, ahora me toca decirte que es lo que hubiera pasado con tu vida si es que no te hubieras suicidado—
—Me dirás algo que ya sé paliducho, no te esfuerzes.—
—Este paso no es obligatorio, así que si tu deseas, puedes saltarlo ¿Estamos de acuerdo?
—Adelante quiero saltarlo, me ahorro un buen tiempo.—
El sujeto sonrió y le dio una llave con un número.
—Hasta que seas enjuiciada no podrás salir del complejo, falta muy poco ya para tu juicio así que ve a tu cuarto y... no sé has lo que harías en un cuarto como ese—
Ámbar tomó las llaves y asotó la puerta, hecho que no produjo ruido alguno.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Mi Campo florido

Todos los días me dirigía a algo que no era más que el sufrimiento de mi ser, aunque este era también mi escapatoria de la vida normal. Por periodos dilatados de tiempo, me sentaba sobre el césped del campo florido que no hacía a más de veinte minutos de mi pueblo; un paisaje hermoso y acendrado que causaba un sentido enervante del ser mismo, calmaba los más vehementes ánimos y contactaba con las partes más insólitas de tu propio ente.
Me encantaba visitar al campo y oir a las abejas zumbar de lado a lado, aún cuando por mi fisiología salía displecente el hecho de encontrarme ahí debido a mis alergias. No sabía si llegaba a amar o a odiar aquel paísaje, era una paradoja que me ponía a reflexionar hasta los más íntimo de mi ser ¿Amaba a ese lugar realmente o era acaso una ilusión de la misma sensación enervante y estupefaciente?

Un día de los muchos que me encontraba postrado sobre el campo, una de las rosas me habló. Su pletórica hermosura me llamó la atención; aunque esta sólo hacía sonidos ilegibles yo pude entender completo su mensaje, era esta una flor de la reflexión máxima, de los sueños largos, de la hermosura espiritual, esta me llevaría esta a entender el por qué me encontraba en ese campo después de que me afectaba directamente a la salud. Esta flor me haría caer en un gran sueño luego de haberme lastimado con una de sus espinas.

Y así fue, me hizo una insición en uno de los dedos de la mano derecha, inmediamente una luminaria surgió de la herida y se extendió a lo largo de mi cuerpo, caí lacónicamente en un profundo sueño.

Desperté cubierto de nieve, mi aterido cuerpo apenas si podía moverse, estaba en medio del campo florido, sólo que todas las flores se encontraban marchitas, era un níveo desierto, que mostraba nula vida, era vida pero dormida, una hermosura que necesitaba imperiosa una luz solar, una breve cánicula para explotar otra vez en primavera y éxtasis. Junté mis casi congeladas manos y las puse sobre mi boca, el frío era intenso así que suspiré sobre estas y de mis labios salieron destellos de luz, además, debajo de mi había desaparecido la nieve y se empezaba a ver el verde pasto que mientras más calor producía yo con mi respiración se extendía más y más, hasta que detrás de las montañas circundantes apareció el sol, que aumentaba su luminiscencia cada vez que yo suspiraba, las flores comenzaban a salir en cada suspiro que yo daba, luego de un buen tiempo de suspirar ya había todo tipo de flores de colores y uno que otro conejo y parejas de perros de la pradera correteando y paseando por el campo, de un momento a otro el estéril paisaje se había convertido en uno hostil, lleno de felicidad y colores pero con semblante agresivo contra mi sistema, empecé a enorjecerme, las rosas cobraron vida y se me lanzaron como cuando en una obra de teatro se hace una actuación maravillosa, hasta que me cubrieron de pies a cabeza y todas ellas se alejaron en una explosión y se quedó asiada a mi mejilla una rosa blanca, esperando para ser pintada por cualquier color, se incrustó cada vez más hasta que su tallo sólo fue visible como una marca en la piel de mi mejilla, entonces, está tomó un color verde, yo me ponía cada vez mas rojo, estornudaba sin sentir mejoría alguna, finalmente caí otra vez sobre el pasto ahora repleto de rosas, con mi cabeza hinchada hasta explotar.

Aparecí nuevamente acostado sobre el césped del campo, nada había cambiado, no entendí directamente el significado de lo que aquella planta haya querido decir o tratarme de hacer reflexionar pero ahora no era el caso, me había hecho perder mi tiempo y ahora eran exactamente las 7:45 de la mañana y tenía que ir a recibir la misa de las 8:00; se le hacía tarde y no había tiempo de perder mi espiritualidad, eché una carrera sobre el sendero que conducía hacía mi pueblo natal. Al llegar a mi pueblo, que era este un pequeño parque empedrado con una iglesia en el centro, del lado opuesto el ayuntamiento que era un edificio de 3 pisos color crema con balcones y ventantas por todas partes y como es típico, entre los 2 edificios había un pequeño solar arbolado con una fuente y un kiosko en el centro. 
Me dirigí adentro de la iglesia y el sermón de ese día eran claramente, las cortesanas; había de estas por todas partes y con todo tipo de vestidos sensuales y lencería, corsettes y ombligueras. Como definitiva, este era por supuesto un acto de Dios mismo, y me llevé a una de ellas, más bien dicho a varias a la capilla interior donde rezaban los vicarios que residían en el pueblo, era tanto la atracción que estas me causaban que sentía como mi piel quemaba en plácida lujuria y éxtasis con la de ellas, sentía con lentitud los roces más extravagantes, pieles tan suaves como el algodón y de la más peluda de todas ellas su piel se sentía insólita, sus bellos como una excéntrica seda o tal vez uno de los más finos terciopelos y los besos que eran tan finos, hacían parecer que no estaban ahí para tener sexo sin sentimentalismos sino para hacer el más acendrado acto amoroso enfoncándose en las más minucias experiencias. Pues así ellas se encontraban ahí, bailando sobre las alargadas y lánguidas sillas de la capilla y haciendo tubo sobre la cruz que estaba parada frente a todo, ellas pidieron que les quitara la ropa, pero me rehusé inútilmente, finalmente mi propia lujuría me llevó a quitarles la ropa, pero lo hize con tal cuidado y fatua elegancia, como si lo que se encotrara detrás de sus escasos ropajes fuera a atacarme o tuviera mente propia, sin darme cuenta alguna, estaba yo desnudo también. Aquellas amables señoritas fornicaron naturalmente cómo si ya lo hubieran hecho antes sólo que con una extraña puerilidad, pero yo no y para mi sorpresa, todas ellas pintaron en una rosa de sangre oscura y carmesí, su virginidad, la cual empezó a irradiar un nimbo cuya luminaria entró sobre mi cabeza y me hizo caer abatido.

Desperté entonces en mi cama matrimonial junto a una dama que se encontraba ya despierta otro sujeto se encontraba escribiendo una historia en su escritorio dentro del mismo cuarto y cada palabra que escribía en la máquina de escribir, tenía un efecto en mi mente aunque yo no estuviera ahí físicamente, era yo en esa escena un simple retrato. Empezó a escribir rápidamente y todo se empezó a construir ante mis ojos; la luz que entraba por la ventana recorría su esbelta silueta. Entre ella y yo, reinaba el mutismo, ella había dormido hacia un lado y yo hacia otro, así era diariamente, era una dama conocida y al mismo tiempo desconocida del todo, de la cual, las palabras que intercambiabamos eran dulces y escasas pero que me sacaban de la rutina por eso mismo, porque significaban mucho para mi ya que se encontraban al borde de la desaparición tanto las palabras de esta, como las palabras y pensamientos de otras damas interesantes, de hecho como consecuente, estas damas mismas eran escasas, aún cuando su complejidad me lastimara seguía yo ahí, aún cuando parecía obvio que ella fuera atraida por alguien más era este sólo un acto reflejo de no querer perderla. La dama a mi lado era blanca, de una baja estatura, de cabello tupido de chinos, unas mejillas regordetas con un ligero rubor rojo natural, sus labios entre rojizos y rosados con una forma singular, de alguna manera retraídos, daban la impresión de querer besar algo, sus ojos cafés claro tenían singulares manchas en el iris que los hacían unos ojos hermosos, su figura esbelta y con una cintura estrecha daban como objetivo una avalancha de abrazos de mi parte. La abrazé fuerte, no la quería perder, antaño habiamos tenido un fuertes problemas, no quería que ahora occuriera lo mismo, ella me besó y comencé a enrojecerme e hincharme otra vez, una rosa había salido de sus delicados labios y había cortado los mios en pedazos y ahora sangrantes pintaban todas las sabanas de este color, la rosa era mitad roja y mitad verde, empecé a marearme y se me cerraron los ojos y oí como el escritor sacó la hoja de la máquina.

Ahora me encontraba abatido en el mismo campo florido, ya con todas las heridas anteriormente echas, sólo que en lugar de haber montañas habían grandes chimeneas humeantes y edificios cristalinos de alturas sublimes y brillos excelsos que deslumbraban la belleza del campo sobre el que yacía yo, eran tantos de estos edificios que apenas se podía ver el cielo que ahora tenía tonalidades grisáceas y negras. ¡Cuanto había cambiado el mundo! Ya no había espacio para respirar ni pensar, ahora hasta los pensamientos se veían opacados por este mundo grisáceo, el espacio empezó a florecer y dibujó con flores la cara de aquella damicela con la que dormía todas las noches y los edificios de la ciudad, pusieron especial atención en poner publicidad de cosméticos y lencería provocadora con las modelos más candentes de los medios, sin embargo nada era comparado con la belleza que deambulaba en mi campo florido, que era la representación natural de aquella muchacha, ahora me aferraría fuertemente a mis convicciones y dejaría a un lado mis alergias y amaría a ese campo con todo mi ser, aunque como cualquier otra cosa tiene defectos yo me apegaría a este y dejaría de hacer de este modo también lo que a este campo le hace daño.

Me encontraba ahora en un funeral, era un hombre con facciones parecidas a las mias aquel que se encontraba en el féretro, pero no lo reconocía justamente por la cara hinchada, dejé las flores blancas sobre la caja, estaba en un panteón en medio de la ciudad, pero no hize caso, le dí la espalda a toda esta absurda escena, seguí la luz del sol y me dirigí a mi campo florido. Llegué al lugar donde siempre me acostaba y me tiré.
Ese día desperté en mi cama y como era costumbre había afuera de mi casa aquel pueblo aquel vereda y ese campo florido, con rosas rizadas, con flores como labios rosados, que refinaba mis pasiones, que simbolizaba mi amor y que no dejaría por nada.

Pa Ra All guien que es mi campo florido.

Daniel, El Pony Anónimo