Breakneck Speed
"But it's good to be back... it's good to
be back, it's good to be... back."
Tokyo Police Club - Breakneck Speed
Tokyo Police Club - Breakneck Speed
Era realmente difícil saber qué es lo que había sucedido con mi amigo
Jimmy, no lo había visto desde que trabajábamos en nuestro barrio ¿Pueden
creerlo? Han pasado años enteros, al fin treinta y con un título de
universidad.
Eso era el trato con el juez, me titulaba y me volvía un profesionista y
sería libre; de vigilancia y todo, había una condición sin embargo. No debía
acercarme a Jimmy otra vez.
En principio fue un trabajo realmente fácil, una nueva vida, el trabajo,
gozar de libertad, no preocuparse en donde tener que dormir en la noche,
visitar museos, bibliotecas, hacer la despensa, bañarse, leer, ver la tele, en
fin… un nuevo orden. Pero después de meses, mi curiosidad por la suerte de mi
viejo amigo pronto ocupó mis momentos de ocio. Ya no podía concentrarme en las
lecturas nocturnas ni en las noticias matutinas.
Atormentante, era la palabra. No tenía atención en las cosas triviales,
todo me recordaba los viejos tiempos, aun cuando en mi memoria llegaban a ser
muy difusos, recordaba de eso, sólo lo más importante y en poco tiempo la
reflexión sobre mi amigo llegó a abarcar incluso mis actividades profesionales.
En breve, perdí mi cordura ante la tentación y rompí la promesa.
Todos los fines de semana comenzaban mis búsquedas por el principio de mis
tiempos, en aquél barrio viejo con acabado en obras negras, donde el olor a
alcantarillas es latente y los perros vagan por las calles; sucios y sarnosos.
Preguntaba por aquí y por allá por los nombres del que fue mi mejor amigo y
aquél que fue mi jefe. Desistí al preguntar por Jimmy, pues las personas no
querían responder nada que tuviera que ver con él y entonces sólo insistí por
la información del carnicero, el tutor de Jim.
Él era un viejo drogadicto que acogió a Jim como a su hijo, le había dado
casa y comida por cazar a los perros, ratas y gatos del barrio y llevarlos a su
local, para cortarlos y venderlos por pieza.
La gente hambrienta que le compraba al carnicero no se percataba del sabor
de sus propias mascotas, no se preguntaban siquiera qué estaban comiendo, de
hecho mencionaban frecuentemente que la carne que tenía Héctor (ese era su
nombre) era la más rica que se podía encontrar en el lugar. La gente tuvo gran
suerte de no caer enferma o al menos nunca se atribuyó a nuestra culpa la salud
de la gente.
Tiempo después de haber ejercido el oficio acabamos con todo animal vivo
del vecindario, sin contar a las ratas,
que eran una ganancia pobre y además difícil de encontrar. Jim estaba
desesperado (Pues no habíamos comido por días) tuvo uno de sus planes más
retorcidos, grotescos, lamentables y el escenario estaba justo en ese momento
frente a mí, era el único lugar en el que no había buscado pruebas, tal vez por
miedo.
Era una edificación gris de numerosos pisos con un aplanado que se caía al
contacto con el dedo, dejando al descubierto una burda pared de tabicón. Eran
las 12:00 horas PM cuando entré ahí caminando por una esquina del edificio que
ya no tenía pared, la sombra me cubrió en breve.
La penumbra era abrasadora, apenas se podían distinguir los objetos en los
pasillos, por lo que era pesado el caminar sin tropezar con los escombros
regados en el piso. Caminé por minutos a tientas hasta llegar a un salón
iluminado levemente por un cubo de luz que se encontraba en el centro del
edificio. Había un hombre, en una de las esquinas del lugar, sentado, con la
cabeza entre las rodillas.
Me acerqué poco a poco, haciendo tronar los escombros a mis pies, a cada
paso y tendí mi mano sobre su hombro.
—Héctor…—Tenía la
clara idea de que era el carnicero, pues ya cerca pude ver sus canas— ¿Eres tú
Héctor?
Levantó la cabeza y
pude ver la triste cara de mi viejo amigo, el que cazaba animales conmigo, en
un cuerpo que no le recordaba, parecía haber cambiado demasiado, estaba flaco y
lastimado, como si el tiempo solamente lo castigara a él.
— ¡Maldición Jimmy! —Grité
escandalizado— ¿¡Qué es lo que te ha pasado?!
—Escucha, debes de
salir de aquí—Se incorporó y miró a su reloj— ¡No sabes lo que intentan! —Me
empujó de una de las piernas.
— ¿Pero de qué
hablas? ¿Quién te ha hecho qué?
— ¡No es el momento,
debes irte, debes salir de aquí! —
Me senté junto él. —Yo
no saldré de aquí hasta que me digas que mierda sucede.
Me miró fijamente,
con ojos que no eran suyos, unos ojos verdes, profundos.
— ¿Cómo empezar? —Dijo
lanzando un suspiro—Yo ya no soy yo, cuando nos arrestaron y separaron, luego
de matar a los hermanos huérfanos que vivían aquí y hacerle una fortuna a
Héctor por la venta de órganos y delatar a los misteriosos asesinos, fui
tachado de psicópata altamente peligroso y llevado por hombres de negro a lugares
que en realidad están sólo marcados en mi memoria de una manera brumosa. —
—Tal vez no recuerde
bien qué es lo que me hicieron, pero de algo estoy seguro. —Dio una pausa y me
miró con profunda tristeza, acercándome por el cuello de la camisa— ¡Tengo
recuerdos que no son míos! Pastos verdes regados por aspersores bañados al sol
en los suburbios, mi fiesta de graduación de la preparatoria con una mujer
rubia, mi primer beso en un lugar que desconozco completamente, palabras y entonaciones
al hablar que nunca había usado… todo ahora está en mi cerebro.
—Y eso… no es lo peor,
parece como si yo con mi imaginación hubiera dado al blanco, pues hablando con
personas por pura intuición, los encuentro
víctimas del mismo proyecto. ¡Están cambiando nuestras partes del cuerpo como
si fueran refacciones de un vocho! Y esa intuición es la misma por la que
nos reconocemos, porque somos completamente diferentes a como éramos antes y
sin embargo nuestro pasado sale y busca a aquellos que son como nosotros, por
eso te prohibieron verte conmigo, saber la verdad.
—Este es lo que
buscas: cambian nuestros cerebros por los de la morgue, por aquellos ciudadanos
que jamás hubieran dado su dignidad por supervivencia, aquellos que hubieran
muerto en nuestras situaciones… esa esa es la manera en la que intentan
aplacarnos a su sistema…
—Pero… definitivamente
olvidaron algo…—Se señala al pecho y suspira. Algo comienza a sacudir el
edificio, caen escombros del techo y las paredes tiran su aplanado, él mira a su reloj en seguida—Ya es la hora, más
vale que te apures…—
Otra vez se sacude el
edificio, algunas paredes falsas caen, yo, entre la oscuridad de los pasillos
tropiezo un par de veces, pero logro salir y ver cómo el edificio se derrumba
desde afuera, golpeado por la bola de un trascabo.
De vuelta a mi casa,
luego de horas de caminar y líneas de autobús, abro la puerta con un leve empujón
y hay un hombre de negro sentado en mi sofá, me sonríe, yo le sonrío.
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