miércoles, 3 de abril de 2013

¿A quién le importaría si estuviera infectado? I y II

Un cordial saludo al lector:
Pues sólo a los que estén interesados en ésto... estoy escribiendo algo y quisiera que me ayudaran con las correcciones pertinentes, a todo aquél que le guste la lectura, porque... —ríe— no creo que tenga algún lector frecuente. Bueno en fin, estaré actualizando este "post" para publicar mis avances y correcciones del proyecto, el proyecto se llama ¿Qué pasaría si estuviera infectado? y es una historia sobre B. y sus episodios de amnesia, voy lento así que lo siento si de alguna manera no se disfruta la historia y siento también la inconstancia que tuve para hacer la historia de Ámbar, pero ahora ya tengo un poco más de experiencia y tengo una idea de la coartada.
De cualquier modo les dejo mi "ask.fm" para cualquier pregunta o sugerencia, después de todo nadie comenta aquí y nadie me pregunta allá, me gusta la crítica así que no duden en destrozarme de alguna manera.
http://ask.fm/DanielBolanosCachoIraizos

Gracias de antemano.
La historia a continuación...

El Ponny Anónimo


El Ponny Anónimo
¿A quién le importaría si yo estuviera infectado?
I
Amnesia
Era una noche como cualquier otra, en una casa como cualquier otra, un personaje como cualquier otro; pues sí, ahí estaba sentado el Señor Pérez sentado en su sofá, frente al televisor, gritándole a la pantalla con sus pequeños monitos moviéndose sobre un campo verde, graduado. Afuera estaba el señor B. en el jardín, como siempre, intentando ver a las estrellas que estaban casi borradas del firmamento en aquél rincón de la tierra, su nuevo telescopio hacía ruido, pero casi ininteligible, al caso sería sencillamente un zumbido de abeja a gran escala. El señor B. había pedido al gobierno del municipio para que apagara el alumbrado público esa noche por una hora, para que pudiera ver el cometa pero algo salió mal con el sistema y todas las luces de la calle se apagaron.

— ¡Maldición! ¡Maldición!—Gritó el Señor Pérez— ¡Se fue la luz! ¡Mujer! ¡Llama a comisión federal!
— ¡Ya voy! Lo haré en cuanto termine la cena—Respondió la Señora López de Pérez
— ¡No! ¡Hazlo ahora mujer!—Gritaba furioso— ¡Es más importante el maldito partido! ¡Aposte con Juan y Carlos por esto!
 —Puedes ver los resultados mañana—Dijo intentando ser condescendiente—Y así yo podría hacerte la cena y hacerte feliz, mi gordito.
— ¡No mujer! ¡Deja de decir chingaderas!—Gritaba— ¡Si no lo haces tú, lo haré yo!
Un silencio tranquilizante y perfecto reinó en la calle. El Señor B. sacó un suspiro de alivio pero poco le duró el gusto porque ipso facto se oyó el grito del Señor Pérez.
— ¡No va a volver la luz! ¡Es el pedido de algún idiota! me voy a un bar dónde haya energía eléctrica.
Salió el Señor Pérez, era un personaje robusto, con un bigote grueso y una tez morena, brillante y de baja estatura, con cabello negro. Abrió los ojos de impresión cuando vislumbró entre las sombras la computadora y el telescopio del Señor B. e inmediatamente explotó en ira.
— ¿Eres tú? ¿¡Eres tú el idiota que hizo que bajaran la luz?! 
—Naturalmente, Señor… Soy el “Idiota”—Hizo énfasis en la palabra y continuó con tono comprensivo— que hizo que bajaran la energía eléctrica para ver un cometa que pasa cada quinientos años ¿Gusta verlo?
— ¡No, quiero ver mi partido!
— Pero señor, yo sólo pedí que apagaran alumbrado público— Hizo una pausa—No que bajaran toda la energía.
—Eso no cambia lo que estoy a punto de hacerte.
Se abalanzó el Señor Pérez sobre él, lo golpeó y luego toda su visión se tornó completamente difusa y…

—Señor B. — Dijo la voz de una dama— Señor B. Alguien viene a visitarlo…

El cuarto era blanco totalmente, estaba acostado en una cama y una enfermera se asomaba por las cortinas, una luz lo cegaba y una máquina inundaba el ambiente con un sonido agudo, acompasado.
El señor B. parpadeó varias veces hasta que se acostumbró al ambiente y se preguntó, ¿Quién podría ser? Un hombre en traje negro y una corbata color guinda cruzó la puerta y entre las cortinas
—Señor, soy su abogado—Dijo suspendiendo su mano en el aire
—El Señor, —Recitó la enfermera mientras miraba a su tabla de anotaciones.— según la diagnosis de nuestro neurólogo sufre de amnesia histérica postraumática 
— ¿Y eso que quiere decir?— Naturalmente, el abogado sólo sabía de derecho
—Que el Señor se encuentra en un estado en el que el organismo por propia defensa indujo un shock que provocó la pérdida de memoria.
—Esto le va a encantar a la corte—dijo el abogado para sus adentros anotando lo que dijo la enfermera y se marchó corriendo.
—Su familia… —Exclamó la enfermera, sacando un sobre de su tabla y extendiendo el brazo— Le envió esto…dicen que siguen preocupándose por usted.
— ¿Tengo familia?— Dijo el Señor B. haciendo una inclinación de cabeza, completamente atónito—En ese caso… ¿Por qué no vinieron a visitarme?
La enfermera titubeó: —Supongo que es porque viven lejos, pero le entregaron esto…—Se marchó.
El señor B. vio la caligrafía del sobre de la carta… le parecía tan conocida pero no sabía de dónde, esas letras tan finas y bien hechas pero que aun así tenían el aspecto de haber sido escritas por un varón. La enfermera se asomó por el umbral: —Por cierto, Señor… estará en observación por unas horas y después será dado de alta.
El señor B. asintió con la cabeza y fijó su mirada otra vez en el sobre… todo era un mundo nuevo, no por lo que sabía, sino por lo que ignoraba, por lo que había olvidado, dicen que es más grande el mundo que puedes dejar atrás que el que tienes por delante, pensó. Así que, como un niño cuidando su juguete nuevo abrió despacio el sobre, lo puso sobre sus piernas y empezó a leer.

Querido Hijo,


Sé que hemos tenido peleas, y que por esas razones te has separado de nosotros y que por eso no nos quieres ver, y que, bueno… después de todo yo te he dado por tu parte, porque ni a mí ni a tu madre nos ha gustado tu actitud y te he dejado ir.
Pero quiero que sepas que siempre te amaremos, pase lo que pase, venga lo que venga, estaremos ahí para apoyarte hijo y como señal de eso, te he mandado las llaves de la casa…
El Señor B. buscó dentro del sobre de la carta y encontró unas llaves grandes y oxidadas. Continuó leyendo:
De la vieja casa donde vivimos desde tu nacimiento hasta tus 18 años y que abandonamos debido a nuestra condición precaria, supimos —tu madre y yo— lo que te pasó y entendemos que es lo que sucede y puesto que a nadie le gusta ver sufrir a sus hijos por eso, decidimos darte la casa para tu recuperación mental  y la de tus viejos recuerdos, después de todo, nada ha cambiado desde que nos fuimos, mucha suerte hijo.

Tus Padres que siempre te amarán.
Más abajo venía la dirección de la casa. —No cabe duda que debo de aceptarlo—Pensó— Después de todo no tengo ningún otro lugar a dónde ir.
Pasó la tarde en el hospital, leyendo las revistas y matando el tiempo con lo que pudiera, observaba y observaba la misma revista, veía los anuncios, unos muy llamativos y de colores muy fuertes y luego los chismes de las personas del mundo de la alta sociedad, de los cantantes, de los actores, todos tan… ¿Cuál era la palabra? Irónicamente lo había olvidado, pero se le ocurrió una nueva; “Interesante” la palabra perfecta para eso, entonces era interesante así que… recortó una fotografía en la que salía Diana Bright, la cantante estadounidense del momento, junto con el actor Julián Córdoba en su luna de miel, antes de uno de sus escándalos, ambos felices, ambos interesantes ambos guardados ahora en su bolsillo.

—Señor B. —Dijo la enfermera, que se asomaba desde el umbral. — Me indican que puede usted salir ya, todo en usted ha estado trabajando correctamente desde que salió del coma, cuando salga, la recepcionista le dará en una hoja las indicaciones para su cuidado.
El Señor B. sacó la carta que estaba entre sus piernas, sepultada entre las revistas.
— ¡Señorita, espere! —La enfermera se volteó hacia él—quisiera que llame a un taxi, no tengo manera de irme a casa.
—Perfecto ¿Desea usted algo más?
—No, gracias. —Sonrió.

II
Hogar, dulce hogar.
Viajó un rato en el taxi, dónde había  un silencio exquisito, el Señor B. estaba en el asiento trasero, se dedicaba a mirar por las ventanas, por las que se veía un pueblo y un camino de terracería.

— ¿Y qué le pasó a usted?— Dijo el taxista rompiendo el silencio. —Bueno, si se puede saber.
El señor B. pensó un buen rato, no recordaba lo que en realidad había pasado.
— ¿A mí? No me pasó nada —Mintió. — Estaba visitando a un familiar.
— Oh, ya veo— Lo miró por el retrovisor— ¿Y él qué tiene?
—Fue golpeado brutalmente— Respondió ávidamente, suponía que preguntaría eso. — Pero ahora está bien, no le pasó nada importante.
—Híjole, está fea la cosa en estos tiempos, igual a mi tío lo golpearon sólo por un mugre celular… ¡Que ni traía!— Suspiró— Sí, así está la situación… Bueno, hemos llegado.
El taxi se estacionó frente un muro de adobe con cimientos empedrados, con tejas en la parte superior, daba un aspecto muy rústico... El señor B. pagó el taxi y abrió la puerta lentamente. Obviamente, no recordaba el lugar pero se sintió cómodo en éste, cuando pensó en que le había dado asilo cuando fue un joven, se quedó un momento parado frente a la puerta de barrotes de hierro, intentando recordar algo, no sabía ni siquiera su apellido, no sabía su nombre, se preguntaba… ¿Por qué las iniciales en la puerta? ¿Por qué tan alejado de la ciudad? ¿Quién soy? Las preguntas lo agobiaban y para no ponerse a pensar todavía más, abrió la puerta.
Dos viejos coches estaban estacionados debajo de un cobertizo y más atrás del cobertizo estaba la casa, una casa de ladrillos rojos alta, grande, cubierta por enredaderas y polvosa, tenía la perfecta imagen del abandono, de lo que no tiene importancia o lo que no sirve más, del juguete viejo tirado en la esquina, él podía ver como las demás casas se burlaban de ella, y como la pobre se escondía detrás de una puerta de hierro que nunca se abriría, detrás de macizas murallas de adobe que le cubrían la cara, hasta hoy.
Continuó avanzando, quedó cara a cara con la puerta de la casa, una puerta negra como las noches de luna nueva, hecha de herrería, de barrotes con excéntricas formas  y con una malla como refuerzo, para que no pudieran abrir la puerta desde afuera. El Señor B. desvistió a la puerta de toda protección y la abrió, dejando el candado colgar en los barrotes. Enseguida entró en un recibidor, con unos muebles mullidos y viejos y con una mesita de té hecha de cristal en el centro.
Un joven de cabello café muy claro entró a la estancia y se echó a leer en uno de los sofás bebiendo cerveza.

—No deberías tomar de esa manera muchacho—Le dijo al muchacho— Es malo para tu mundo.

—Y tú… ¿Quién eres? —le respondió agresivamente—Es mi vida y me encanta la cerveza, además suele ayudarme a olvidar, así que no te metas, jodido adulto.
—Yo soy… soy…
Sin que le pudiera responder, el muchacho se paró y se desvaneció en un polvo blanco.
Se dio cuenta que empezaba a anochecer y desde que puso pie en tierra sintió sueño así que entró y buscó una cama en los cuartos adyacentes, pero antes pasó por una sala de estar, que tenía cuatro puertas, cinco contando la puerta por la que entró. No sintió curiosidad por ninguna. El muchacho de cabello café volvió a aparecer, tomando la puerta que estaba más a su mano derecha, el Señor B. lo siguió.
Ahí había una cama, junto a la ventana que daba al patio, la luna bañaba las sábanas de ésta, era  en realidad un lecho deseable y bonito a la vista, el Señor B. se echó a dormir, sin pensarlo, sin sacudir las cosas antes, dominado por el sueño.

— ¡Hey! ¡Psstt…! Despierta amigo. — Sacudía un conejo rosado al Señor B. —La casa está llorando otra vez, ¡Despierta! ¡David está borracho y no va a poder asustar a esos granujas!

Volvió a sacudirlo y El señor B. empezó a abrir los ojos. Unos gritos hacían estremecer las paredes.
— ¿Eh?... ¿Qué sucede? — Preguntó el Señor B. adormilado— ¿Por qué llora la dama?
— ¡No es una dama! ¡Es tu casa!  Y es un bello varón.
— Bueno, bueno, como sea… ¿Qué debo hacer para que pare?
— Pues tienes que hacernos un favor a todos — Dijo el conejo asomándose por la ventana que estaba junto al lecho— ¿Ves a esos gandules de ahí?
Señaló a un grupo de jóvenes, vestidos todos de negro que estaban sentados alrededor de una hoguera en el patio.
—Sí, los veo.
—A Dolby Homes le molesta su presencia—Agregó sonriendo
— ¿Dolby Homes? —Inquirió B.
— ¡Sí! — Rió entre dientes— Así dice que se llama esta belleza de ladrillos.
Las paredes de Dolby volvieron a temblar junto con un sollozo ahogado.
— Bueno, basta de tantas preguntas —Dijo el conejo apurado— ¿Nos vas a ayudar o no?
B. asintió con la cabeza y el conejo le respondió con una sonrisa.
—Mira éste es el plan— El conejo jaló a B. hasta el cuarto que tenía lugar en la cuarta puerta. —Toma esto, te servirá si fallas en la negociación.
Le entregó a B. una caja de zapatos y él la abrió cuando la tuvo en las manos.
— ¡Mierda! —Exclamó B. sorprendido— ¿¡Una pistola!?
—Ajam… pertenecía a  los anteriores dueños de esta casa— Dijo relajadamente— Supongo que estaba destinada para situaciones como estas… donde las cosas pueden salirse de control.
— ¿Y yo figuraba entre los anteriores dueños de ésta casa?
— En sí… am…— Otra vez la casa movió sus cimientos y el conejo se interrumpió.
— Bueno, continúa con el plan.
— Ah sí, sólo tienes que pedirles que se salgan de aquí y si la cosa se pone fea pues… sacas la pistola y… —Hizo una pistola con sus patas— ¡yeah! Bang, bang, estás muerto ¿Sencillo no? 
— Sencillísimo. —B. se metió la pistola, en la cintura, debajo del pantalón y salió al patio.

B. Caminó hacia el centro del patio, los jóvenes voltearon con el sonido de los pies de B. golpeando con el piso de tierra y pequeña piedritas.

— ¡Jóvenes! ¡Oh! ¡Cómo disfrute mi juventud! ¡Caray! —Dijo gritando al aire y acercándose lentamente a la hoguera, hasta que se sentó en el círculo de los sujetos, eran unos siete muchachos, 3 de éstos mujeres. B. tenía una mujer a su lado y a otro muchacho, muy robusto y bastante blanco. B. continuó: — ¡Fue tan divertida! Pero… ¿Saben? —dijo en voz baja: —Nunca hice allanamiento como ustedes. 
Los fulminó con la mirada y ellos se miraron los unos a los otros extrañados.
— ¿Nos está pidiendo que nos vayamos? 
—Si así ustedes quieren verlo… sí.
Reinó un tiempo el silencio en el centro del patio, la fogata seguía centelleando en sus brillos rojos con amarillo, iluminando los troncos que habían puesto para sentarse alrededor, la casa, iluminada tenuemente que de vez en cuando emitía un rumor y se agitaba, todos se miraban, los unos a los otros. B. rompió el silencio.
— ¿Entonces? —Apuraba. — ¿Se van a ir o no?
Los jóvenes se hicieron señas y se pararon  lentamente, sin dejar de mirarse, B. se paró con ellos y les ofreció la mano.
—Muchas gracias, amigos espero que…
El muchacho de la piel blanquecina, golpeó con fuerza el rostro de B. antes de que terminara de hablar y ¡pum! Lo tiró al suelo y levantó una nube de polvo. El resto gritó de júbilo. Y al fondo se escuchó cómo se estremecía la casa una vez más
— ¡Así se hace! — Gritaban— ¡Dale una patada! ¡Muéstrale!
— ¡Este es nuestro territorio, idiota! —Le escupió — ¡Nadie nos dice qué hacer!
B. estaba enojado y aturdido, tenía que demostrarles quién manda, empezó a mover las manos lentamente, pero el sujeto descargó una patada sobre él. Todavía más enojado B. se movió rápidamente y sacó el arma y aturdido aún, dio tres disparos a ciegas, un montón de gritos se escucharon, junto con pasos que se alejaban de su posición, otro golpe se descargó sobre B. pero éste volvió a disparar y se desmayó.

III
¿Eh? ¿Qué pasó?
B. se levantó, estaba sobre su cama… y se sentía excelente

2 comentarios:

  1. Sí tienes una lectora frecuente... Me encantó y en verdad espero que sigas escribiendo esta historia. Muy interesante, sin embargo me gustaría que describieras más ampliamente los lugares porque como sea, a los personajes siempre terminas imaginándolos a tu criterio con la clase de mente retorcida con la que cada quien cuenta, pero los lugares siempre te atrapan más, te mantienen sumergido en la historia, te transportan totalmente. Es todo, felicidades por este nuevo proyecto que apenas comienzas y espero que continúes.

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  2. hahaha me encanta, gracias por la crítica, intentaré sumergir al lector más en el ambiente.

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