Dedicatoria:
Te debería dar las
gracias, eres alguien fantástico aun cuando mis palabras estúpidas no tienen el
menor sentido bajo el estado en el que me encuentro y más aun cuando siento que
no me aprecias del todo. Bueno pues yo sí, te adoro y vamos sé que te gusta
alguien más y… ¿Sabes? No me importa, no me parece nada trascendente ni
importante. Me quieras o no de la manera que yo te quiero, tú eres mi musa. Y te
diré… serán estas las palabras de un estúpido alcoholizado pero te quiero, te
he llegado a adorar por el poco tiempo que te he visto y hemos pasado juntos.
Eres un águila real, la más preciosa de todas. Este es un cuento que he escrito y quiero dedicarte.
Érase una vez un jaguar que vivía en una franja de selva, y este dedicábase a pasear y a pasear, sin que nadie lo detuviera, sin que la vida
le retribuyera de cualquiera de sus fechorías. Encontraba en cada instante de su vida una
felicidad grata y perfecta, sin contar de qué modo hacíale daño a sus iguales o
menores.
Un día como cualquier otro, mientras el jaguar se dedicaba a jugar con una presa antes de matarla, era un ratoncillo gris, de una espalda más oscura que el resto de su cuerpo, cubierto de cabello.
El ratoncillo atormentado decidióse jugarle una treta al jaguar que tan confiado jugaba con su cuerpo y sicología —Te apostaría que tan ocupado estás— le decía el ratón —jugando con ratones tan estúpidos como yo que nunca has probado al carne más deliciosa que existe sobre la faz de la tierra—. Los ojos distraídos del jaguar se contrajeron y miraron con más seriedad al ratoncillo que yacía panza arriba sin más energía con que luchar por su vida.
—Dime y no te haré nada— dijo el Jaguar.
El ratoncillo se dirigió hacia el apenas recuperando el aliento —retirad tus garras de mí y así proseguiré a contarte al respecto.
—Me parece perfecto— decía el jaguar retirando sus garras del cuerpecito del ratón que más bien parecía un guiñapo— Continua, te escucho, aquel tesoro parece más prometedor.—
—Pues mira, jaguar, la carne del cóndor es la más deliciosa que existe, no sé si la habrás probado alguna vez.
—Por supuesto que nunca lo he hecho, ratón ingenuo pero ahora que lo sé, ningún cóndor estará libre de las garras de este jaguar intrépido.
Un día como cualquier otro, mientras el jaguar se dedicaba a jugar con una presa antes de matarla, era un ratoncillo gris, de una espalda más oscura que el resto de su cuerpo, cubierto de cabello.
El ratoncillo atormentado decidióse jugarle una treta al jaguar que tan confiado jugaba con su cuerpo y sicología —Te apostaría que tan ocupado estás— le decía el ratón —jugando con ratones tan estúpidos como yo que nunca has probado al carne más deliciosa que existe sobre la faz de la tierra—. Los ojos distraídos del jaguar se contrajeron y miraron con más seriedad al ratoncillo que yacía panza arriba sin más energía con que luchar por su vida.
—Dime y no te haré nada— dijo el Jaguar.
El ratoncillo se dirigió hacia el apenas recuperando el aliento —retirad tus garras de mí y así proseguiré a contarte al respecto.
—Me parece perfecto— decía el jaguar retirando sus garras del cuerpecito del ratón que más bien parecía un guiñapo— Continua, te escucho, aquel tesoro parece más prometedor.—
—Pues mira, jaguar, la carne del cóndor es la más deliciosa que existe, no sé si la habrás probado alguna vez.
—Por supuesto que nunca lo he hecho, ratón ingenuo pero ahora que lo sé, ningún cóndor estará libre de las garras de este jaguar intrépido.
El jaguar, trepó
árboles, caminó sobre barrancas, salto sobre desfiladeros y dirigióse a la
parte más inaccesible de la selva en la que se encontraba, hasta encontrar un
lugar en dónde se encontraban los cóndores, qué rondaban alrededor del cuerpo
de una nutria, estos tenían un pelaje hermoso pero una cabeza horrible, fea y
calva. Se abalanzó una vez sobre ellos, dejándose caer sobre un tronco sin
obtener lo que quería. La segunda vez decidió ir por arriba y tomarlos
distraídos mientras éstos volaban pero aun así sus esfuerzos fueron vanos y
cayó otra vez sin buenos resultados. Finalmente se decidió por matar un animal
dejando de ésta manera los restos para que las aves se lo comieran. Esperó y
siendo paciente logró cazar a un cóndor cuando éstos se posaban sobre el cuerpo
inerte para comerlo. El jaguar con la garra hizo sangrar al cóndor, oliendo su
sangre se designó sobre comerlo, pero de cualquier modo quiso jugar con su
cuerpo. El cóndor asustado y enojado con el comportamiento de aquél jaguar
decidió jugarle una broma, para ver si de esa manera se le quitaba la abusón y
altanero.
— No deberías comerme jaguar— decía el cóndor con tono persuasivo — no has probado aun la carne más sabrosa de todas—.
—Decidme cual es esa carne tan divina— Decía el jaguar con ímpetu en los ojos — Muero en ganas de probar aquel manjar.
—Si quieres saber jaguarcito, no me matarás cuando termines de jugar conmigo, aquel que te mencionaré es la más deliciosa de las carnes.
El jaguar entró en cavilaciones por unos momentos y volviéndose en sí le respondió — Me parece… perfecto cóndor— pronunciaba con vacilaciones — te dejaré libre… si tú me dices cual es la más rica de las carnes existentes—-.
—Es la carne de la raposa mi amigo jaguar, te digo la verdad, sólo la verdad.
El cóndor soltóse de las garras del jaguar y echóse a volar, con un vuelo intenso y sin mirar atrás sabía que si paraba el jaguar le echaría las garras otra vez.
Esta vez fue para el jaguar muy fácil llegar a dar con la raposa que no gustaba de esconderse, sino que le gustaba se vistosa y astuta, dado el caso que nadie querría cazarla.
El jaguar la capturó fácilmente ya que la raposa, tan astuta e inteligente pensó sin problemas en lo que le pudo haber traído sin problemas a su bosque y lo que podía hacer para soltarse del jaguar. La raposa se había abierto una pequeña herida y el jaguar se dio cuenta que no le gustaba su olor. El jaguar decidióse a jugar con la raposa, pero ésta inmediatamente le dio la vuelta a la situación y lo puso de espaldas contra el suelo.
—Mírame estúpido jaguar, sé que has venido porqué te dijeron que mi carne es la más sabrosa sobre esta tierra—. El jaguar estuvo a punto de abrir la boca y la raposa le interrumpió — No abras el hocico o te rajaré el pescuezo. Escucha, te lo digo por lo que sé, por mis años de cazador, por mi astucia y sobre todo por mi experiencia; la carne más sabrosa de todas es la de las águilas.
—Comprendo, raposa… pero dime ¿Qué es lo que la hace tan deliciosa?
— ¿Es acaso que nunca has matado un ave grande? Eres realmente un novato jaguarcito, las aves como las águilas son muy difíciles de atrapar, pero el sabor del aire entre sus plumas, aquella sangre que ha pasado por grandes distancias y lo ha visto todo desde una diferente perspectiva hace merecer el riesgo.
— No deberías comerme jaguar— decía el cóndor con tono persuasivo — no has probado aun la carne más sabrosa de todas—.
—Decidme cual es esa carne tan divina— Decía el jaguar con ímpetu en los ojos — Muero en ganas de probar aquel manjar.
—Si quieres saber jaguarcito, no me matarás cuando termines de jugar conmigo, aquel que te mencionaré es la más deliciosa de las carnes.
El jaguar entró en cavilaciones por unos momentos y volviéndose en sí le respondió — Me parece… perfecto cóndor— pronunciaba con vacilaciones — te dejaré libre… si tú me dices cual es la más rica de las carnes existentes—-.
—Es la carne de la raposa mi amigo jaguar, te digo la verdad, sólo la verdad.
El cóndor soltóse de las garras del jaguar y echóse a volar, con un vuelo intenso y sin mirar atrás sabía que si paraba el jaguar le echaría las garras otra vez.
Esta vez fue para el jaguar muy fácil llegar a dar con la raposa que no gustaba de esconderse, sino que le gustaba se vistosa y astuta, dado el caso que nadie querría cazarla.
El jaguar la capturó fácilmente ya que la raposa, tan astuta e inteligente pensó sin problemas en lo que le pudo haber traído sin problemas a su bosque y lo que podía hacer para soltarse del jaguar. La raposa se había abierto una pequeña herida y el jaguar se dio cuenta que no le gustaba su olor. El jaguar decidióse a jugar con la raposa, pero ésta inmediatamente le dio la vuelta a la situación y lo puso de espaldas contra el suelo.
—Mírame estúpido jaguar, sé que has venido porqué te dijeron que mi carne es la más sabrosa sobre esta tierra—. El jaguar estuvo a punto de abrir la boca y la raposa le interrumpió — No abras el hocico o te rajaré el pescuezo. Escucha, te lo digo por lo que sé, por mis años de cazador, por mi astucia y sobre todo por mi experiencia; la carne más sabrosa de todas es la de las águilas.
—Comprendo, raposa… pero dime ¿Qué es lo que la hace tan deliciosa?
— ¿Es acaso que nunca has matado un ave grande? Eres realmente un novato jaguarcito, las aves como las águilas son muy difíciles de atrapar, pero el sabor del aire entre sus plumas, aquella sangre que ha pasado por grandes distancias y lo ha visto todo desde una diferente perspectiva hace merecer el riesgo.
El jaguar no necesitó
oler su sangre ni tampoco tenerla entre las garras para saber que aquella era
la más hermosa de las aves, con sus ojos profundos y sus largas plumas cafés
con la cabeza blanca; era en verdad hermosa. El jaguar cayó bajo su hechizo y
no quiso cazar otras cosas.
Unos días más tarde se encontraba 5Serpiente caminando por aquellos lares, iba tranquilo después de haber casado la comida para su familia, él llevaba por las patas a un cervatillo y escondióse detrás de un árbol al tan sólo notar la presencia del jaguar. 5Serpiente pensó que el jaguar intentaría quitarle el cervatillo pero al verlo abatido como se encontraba decidió acercarse para ver que sucedía, notó de inmediato que el jaguar ronroneaba una canción:
Unos días más tarde se encontraba 5Serpiente caminando por aquellos lares, iba tranquilo después de haber casado la comida para su familia, él llevaba por las patas a un cervatillo y escondióse detrás de un árbol al tan sólo notar la presencia del jaguar. 5Serpiente pensó que el jaguar intentaría quitarle el cervatillo pero al verlo abatido como se encontraba decidió acercarse para ver que sucedía, notó de inmediato que el jaguar ronroneaba una canción:
Pobre de mí, pobre de mí
queriendo volar
pobre de mí, pobre de mí
siendo un jaguar
pobre de mí, un feo jaguar.
A 5Serpiente le encantó la canción o el poema, así que le regaló el cervatillo para que no muriera de hambre y así hizo cada día 5Serpiente, le regalaba una presa al jaguar si es que su canción le gustaba, pero jamás de los jamases mataría a la hermosa águila que se posaba siempre en ese árbol. Puesto que su hermosura hace cantar a los más fieros, bastos y ordinarios como aquel jaguar.
queriendo volar
pobre de mí, pobre de mí
siendo un jaguar
pobre de mí, un feo jaguar.
A 5Serpiente le encantó la canción o el poema, así que le regaló el cervatillo para que no muriera de hambre y así hizo cada día 5Serpiente, le regalaba una presa al jaguar si es que su canción le gustaba, pero jamás de los jamases mataría a la hermosa águila que se posaba siempre en ese árbol. Puesto que su hermosura hace cantar a los más fieros, bastos y ordinarios como aquel jaguar.
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