Daniel, El Pony Anónimo
Todos los días soñamos cosas nuevas, soñamos cosas interesantes; cosas sin sentido aparente, cosas que quisieramos que pasaran, cosas que tu cerebro supone, miedos e incluso algunas veces no soñamos nada o no nos acordamos del sueño.
Y pues el día de hoy soñé algo que podría ser, por mucho uno de los sueños que más me ha asustado, fuera de aquellas veces que he estado alucinando por la fiebre, esta vez estaba en un estado perfecto, y espero que no sea una advertencia o ningún tipo de mal presagio para futuros tiempos.
Decidí hacer un escrito sobre el sueño del día de hoy debido a la nostalgia que me causa pensar en que la actividad de relatar los sueños de uno mismo fue una de las primeras actividades que tuvimos en la clase de español en tercer grado de secundaria
Atípicamente, muy rara vez sucedía, no recuerdo que sucedió antes, pero tuve que irme en el mismo coche en el que se va mi madre con mi hermano el más grande, ese día por alguna razón habíamos salido algo tarde de la oficina, un pequeño edificio que está en un rincón pedregoso escondido de la ciudad en un callejón, lo raro es que mis dos hermanos ya habían partido hacia la casa, así que esperé un rato a que mis padres cerraran el local, una vez que acabaron yo los seguí hasta el coche, es un Volkswagen sedán o vulgarmente llamado "vochito", me acosté en el asiento trasero y comencé a dormitar, era un día normal, pensaba, al menos eso parecía desde mi percepción, un día en el que nada más sucedería salvo lo ordinario escrito en nuestras aburridas rutinas, yo me acostaría sobre el asiento del coche acurrucado, escucharía las pláticas de mis padres que siempre ellos entablan cuando se van juntos en el mismo coche, ordinariamente son pláticas sobre algún fallo que tuvo un empleado o alguna cosa que se le había olvidado a mi padre realizar y de esta manera, esa plática se convertiría en una discusión y finalmente mi padre diría: "Mi amor ya no estamos dentro del horario de trabajo deja las preocupaciones a un lado, ahora disfrutemos" y luego me meterían a mi en la plática para reducir el silencio "post discusión de trabajo", en general su relación no es mala, pero a veces el trabajo llega a atraparlos en una burbuja hecha de puro estrés, pero en fin, me metieron en la plática y yo entonces me senté correctamente, respondí y volteé a ver lo que había tras la ventanilla, estabamos pasando enfrente de un lugar extenso con bastantes árboles, pero no los suficientes para bloquear la vista a través de este, al fondo una máquina amorfa, que podía ser un helicoptero se apreciaba, era una máquina con 4 hélices pero no tenía cabina, era solo un objeto largo con una metralleta pesada puesta en su extremo más largo y angosto. El objeto se encendió, sus helices comenzaron a moverse pero, nosotros seguimos avanzando como si nada pasara, enseguida la máquina se perdió de vista, sin embargo unos cinco minutos pasaron y el objeto estaba arriba de nosotros; tan letal, tan superior y con tan feo aspecto, era una máquina de matar hecha y derecha, contra el gran trabajo de Ferdinand Porsche, un pequeño auto diseñado para satisfacer al pueblo en las necesidades de transporte motorizado. Todo en el coche siguió normal, pensamos que la máquina se pasaría de largo pero luego de unos instantes, la máquina abrió fuego contra nosotros, mi padre pisó el acelerador hasta lo máximo, pero no era rival para el objeto la velocidad del automóvil, todos empezamos a gritar lo que debíamos hacer contra la catástrofe pero pronto, reinó el silencio, mi padre dió un estrepitoso giro hacia la calle izquierda y aceleró todavía más yo volteé a ver por la ventanilla trasera, calmado de que nuestro perseguidor se había perdido pero no, unos instantes más tarde la luz que emitía el objeto junto con un montón de balas crucaron por la parte trasera del vehículo, haciendo un efecto tyndall con los pequeños fragementos que volaban en el aire, finalmente, el objeto aceleró se plantó arriba de nuestro camino y llenó de disparos el cuerpo de mis padres, errando todas los tiros que supuse que eran para mi, yo estaba completamente asustado, no entendía el asunto; me apuntó con su reflector en la cara y finalmente se fue, observé todo a mi alrededor sin poder moverme, estaba petrificado, no sabía que hacer, no había nadie que me ayudara, por último sentí un inmenso frío, la impresión que me había dejado todo no me dejó sentir dos proyectiles que habían atravesado mis muñecas.
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