jueves, 25 de octubre de 2012

CAPÍTULO II



Daniel, el ponny anónimo


Ella seguía esperando en la sala de espera, veía la mesa de fuego ardiendo ante sus ojos, no sabía lo que pasaba en ese mundo, pero no quería saber más sobre procesos legales, ella era Ámbar, una dama, o señorita, o una joven como quieran llamarle venía de una familia con problemas , su padre la había abandonado, (según la versión de su madre) y luego tuvo exactamente seis padrastros; todos la trataron mal de una manera. Tenía en su forma humana unas finísimas hebras de cabellos castaños, mezclados con unos cabellos casi tan claros y brillantes como el oro pero sin dejar de ser cafés, sus ojos muy claros y hermosos igual de tonalidades cafés, podían mostrar un alma liberal a través de ellos era de estatura baja y complexión delgada.

Ámbar comenzaba a aburrirse, estaba desesperada, pensaba en que pudo haber elegido una manera menos dolorosa de morir o haber elegido no morir prematuramente pues, en ese instante, podría estar saliendo con aquellos que llamaban algunos, "amigos".

Para ella, eran sólo gente de compañía, que cada vez que salía con ellos, la embriagaban y entre todos y cada uno de ellos, la desvestían, asimismo con el alma más corriente e insensible, solían todos compartir y gozar del mismo aparato sexual, así como todos compartían jeringas, botellas, cigarros, etc... Así también compartían sentimientos, mujeres, e ideas por más estúpidas que fueran estas, eran ideas de todos; de este modo Ámbar era novia de uno de ellos, no importa el nombre de este “quién”, estamos en otro mundo dónde ni siquiera existe, pero si importa la historia, Ámbar era una solitaria chica liberal, conocía un montón de gente, de modo que, un 75% no era de su interés o agrado, un 5% era de su interés personal, otro 18 % era gente como ella pero que rozaban sus actitudes, por esta razón tampoco se agradó con estas personas. El último 2% restante se dividía en un 1% de gente que la atraía amorosamente y un pequeño grupo de amigos que compartía sus gustos, creencias y una serie de actitudes similares que no rozaban con la suya, pero que no compartían el mismo tipo de diversiones por lo tanto no eran sus amigos para salir, de esta manera el grupo de "amigos" para salir, lo constituían las personas que la atraían, junto con los amigos de estas personas, ella odiaba a la sociedad pero, ellos la hacían olvidar todo, y no sabía por qué...

... Al oír los pensamientos de Ámbar, la persona de al lado le dijo, -Es lindo cuando te pones a pensar en la vida mortal los primeros meses de muerte, después te das cuenta de muchas cosas que no te hubieras dado cuenta en vida. Ella se había olvidado de lo que Antonio le había dicho, sin más Ámbar continuó con la plática -Soy nueva y aun no comprendo totalmente la parte de leer los pensamientos-. El sujeto se quedó atónito respondiendo así de manera mental, -Debes estar bromeando, cuando te dije eso, nunca pensé que fueras tan nueva, yo llevo más de 20 años esperando aquí y aún faltan mas o menos 6 meses para mi enjuiciamiento ¿Tu cuanto llevas aquí?- Ámbar desvió su mente de eso, ella había llegado hace unas horas y ya mañana era su juicio y no quería hacer sentir mal a su nuevo conocido o volverlo en su contra, haciéndolo pensar que ella tenía algún tipo de favoritismo; le pregunto entonces sobre su historia -¿Cómo fue que llegaste a aquí? Sí se puede saber, claro.- él amablemente respondió (de forma mental, otra vez), pasando todas las imágenes, sonidos, sentimientos y todo tipo de reacciones humanas a la mente de Ámbar, era completa la historia de su muerte.

El narrador de aquellos recuerdos comenzó a hablar, era una voz más joven que la del sujeto actual, parecía la voz de él a unos 17 años.

-Hola soy Ignacio, y esta es mi voz hace unos 20 años, si es que esta memoria no te engaña a mí como a ti. Te voy a contar la historia de mi muerte, así de terrible, fresca y cruda como sucedió hace 20 años.-

“Era una tarde de invierno, mi padre estaba en casa, cuando la tarde esa la que había invitado a mi novia, mi padre era un alcohólico, sin control de su cuerpo, yo en especial, no sabía exactamente lo que le pasaba, pues era un sujeto muy cerrado y no comentaba nada al respecto; esa tarde no quería que él se quedara en casa, un alcohólico y misógino como él, hacía que las cosas siempre terminaran mal cuando se trataba de mujeres, de hecho yo había ayudado a mi madre a escapar porque estaba esperando a una bebé, además de no ser de mi padre, el extra de que su bebé fuera niña lo hacía un blanco de asesinato y maltrato de mi padre, pues él siempre le imponía pruebas a los bebés, yo me sorprendía de seguir con vida, yo no quería que pasara lo mismo con mi novia, ella vendría a su territorio envilecido, pero yo conocía a mi padre y pensé que podría controlar el asunto. Ella llegó, era una mujer como tú, liberal hasta sus más puros y máximos exponentes, hermosa sin necesidad de maquillaje, claro está que en la mayoría de los casos, en una mujer común, nunca te das cuenta como son, ya que defienden el maquillaje y los disfraces así como los escotes y diversas indumentarias con sus uñas y dientes, que son falsos también, pero el caso es que ella era diferente, había accedido a venir aún después de saber el peligro inminente que era venir a mi casa, de hecho, ella amaba al peligro, lo abrazaba y jugaba con él, le parecía de lo más sensacional y eso era entonces en mi suposición, lo que nos mantenía tan unidos, nuestros mundos hostiles; de muerte, devastación y peligro. Hicimos el trabajo, (era para lo que ella había venido) así que nos sentamos a platicar, platicamos por horas y me había sorprendido el hecho de que mi padre no haya salido de su cuarto, había sido la tarde perfecta y era porque él no la había arruinado, no había salido con embriaguez a… el giro de un picaporte seguido un estrepitoso sonido recorrió la casa, mi padre estaba tirado de bruces sobre el suelo justo al lado de la puerta, no le dimos importancia y seguimos platicando todavía más tiempo, el tiempo se iba de volada, cuando nos dimos cuenta ambos, ya era la medianoche, ella la debía irse, con toda la tristeza de mi sentir y por su seguridad, la seguí hasta la puerta ahí al momento de despedirnos, nos dimos un beso, un beso de lo más suave, rozamos simplemente los labios, ambos teníamos miedo del otro, y era visible, que en nuestra sociedad cerrada, ninguno de los dos estuviera hablando con su corazón realmente, pero fue ese el momento cuando me di cuenta que no, lo que yo sentía por ella, era algo diferente, el beso de poco contacto era lejos, la expresión de no hacer las cosas por el simple tacto, sino por lo que significa para ti un beso con alguien de esa importancia, es estremecer por completo todos tus sentidos y en un instante te das cuenta que estás entre el éter del universo, el cielo y tus sueños, flotando entre el éxtasis de tu inocencia, te sientes en el cielo, propia y completamente fuera de este mundo, te das cuenta que el físico no es más que un atavío hueco y sin importancia alguna en el que bajo ninguna circunstancia, un ser humano debería fijarse en eso, no es más que la portada de nuestro texto y aquél que no tenga el tiempo para leernos por completo, no merece el honor de una fantástica historia. Finalmente ese momento precioso había acabado, pero no quería otro, por alguna razón sólo quería sonreírle y llevarla a casa sana y salva, pero cuando intenté abrir la puerta esta estaba bloqueada, ninguno de los dos podía salir ahora, en ese momento nos convertimos en sus ratas de laboratorio, ella no mostró susto alguno, de hecho propuso que viéramos las estrellas, al momento de mirar el cielo, observé detalladamente cada rincón; me sentí muy poca cosa ante el extenso firmamento que se erguía ante mis ojos. Al oír mi padre el anterior forcejeo en la puerta que daba hacía la calle, salió con un cuchillo de cocina en una mano y su botella de ron en otra…”

La memoria se interrumpió, alguien llamaba a Ámbar adentro de su despacho, ella guardó la memoria en su mente y se metió dentro del despacho, era todo oscuridad ahí, una voz que venía adentro de la inmensa oscuridad le habló a Ámbar:
-Eres por mucho uno de los muertos que pasan al pódium del sagrado juicio en sólo un día, esto, sólo se le hace a casos especiales, y vengo a decirte porque eres uno de ellos- Ámbar no se le ocurrió hacer otra cosa más que sonreír, una sonrisa blanca emergió de la oscuridad, respondiendo…

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