¿Cómo dejar de amarte?
¿Cómo terminar la maldición?
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo olvidarte?
¿Cómo superar, tu desaparición?
Honor era, y proeza
ganarse a la más hermosa dama,
sin llevarme a la cabeza
cómo o porqué me ama.
Ignorando simples razones
me eché a dormir sin pensarlo,
agregando apatía a mis intenciones
perdí todo cual llegué a amarlo
Y...¿Qué es lo que sigue?
¿Intentar olvidarla, borrarla?
al precio que esto implique
¡ya!, dejar de amarla.
martes, 26 de febrero de 2013
Poema 1
sábado, 16 de febrero de 2013
El Organista.
"La pasión, fervor y rigor en los corazones fanáticos, manos que blanden dagas"
Daniel B.
"Mirad al organista, ahí tan ufano de su habilidad, sentado detrás de las teclas, en el borde de su asiento, rozando apenas con los dedos su instrumento, que a rozones hace subir las borrascas por los tubos de éste, llevando la música a las cúpulas puntiagudas y torreones de la casa religiosa en la que se encuentran, llenando cada rincón con notas oscuras que estremecen el lugar."
"¡Miradlo! ¡Miradlo nada más! Toca de tal manera que toda la iglesia se estremece, que todos los vitrales vociferan en vibraciones, como si todo a nuestro alrededor fuera a caer de un momento a otro. ¿No es acaso ese tipo de hombre el que amenaza nuestra cultura? ¡Pensad nada más! os pido ¡Pensad nada más! éste no es un hombre, es un demonio como los demás que hemos quemado y descuartizado ¡Tenéis que creerme! sólo quiere destruir nuestra bien planteada sociedad."
Levantóse el organista de su banco y caminó a través del recinto, sus pasos resonaban, caminaba con una gracilidad tal que parecía que cada losa del piso era una tecla de su bello órgano barroco. Su cabello era de color blanco, y su semblante llevaba una tez pálida cubierta por mechones de una cabellera gris, casi blanca, su nariz fina y todo su rostro era liso y blanco.
Levantó el sombrero que llevaba en su cabeza y lo deslizó hasta su pecho, posteriormente hizo una reverencia.
—¿Quién sois vos? ¿Quién sois vos, que viene a viene a mancillar el suelo de nuestra santa iglesia?—Se dirigía furioso al orgnista— ¡Decidme ahora extraño! ¡Hacedlo ya!—
Se quedaron parados unos momentos, frente al umbral de la puerta, dónde entraba una luz escaza proporcionada por la luna llena que se asomaba por los arcos de la basílica y que alumbraba con una luz tenue todo el interior. El organista no respondía.
— ¿Es acaso que no me responderás?— repitió — tus modales podrán costarte la vida, extraño.
— ¡Silencio!— resonó una voz de las sombras — Este hombre no ha deslucido un solo espacio de este templo, si ha caso ha de estropear algo, es aquel cadáver putrefacto de lo que representaba nuestra religión y nuestra vida diaria, ahora se ha ido.
—Es... Es... ¿Es... us...— Titubeaba.
—Sí, soy yo, el vicario— dio un paso y dejó que la luz de la luna descubriera su cuerpo pálido y blanquecino — éste hombre no ha causado nada, al contrario nos ha abierto los ojos.
Sorprendido y asustado por la blancura de los presentes echó a gritar: — ¡Entrad ahora muchachos! ¡Entrad Ahora! ¡Detruid este endemoniado palacio!—
La música comenzó a sonar estremeciendo al lugar con la sobriedad de las notas, mientras más y más personas cruzaban el umbral pero los sonidos que se almacenaban en el interior hacían una atmósfera hostil, cómo si cada nota se volviera un soldado, destinado a penetrar en los oídos de los escuchas con una mortífera lanza. La música seguía su curso y entraba en los organismos que se estremecían desde adentro, dando paso a que sus oídos sangraran, que sangraran en mero júbilo, era el inicio de nuevos tiempos, tiempos que daban pauta a una mentalidad más circular y perfecta...
Es hora de que las flores más rojas se marchiten y den paso a los retoños más blancos de las plantas, es hora que todo se salga de sus órbitas eclesiásticas y marchen al fervor de la razón, es tiempo que nosotros nos emancipemos del yugo que aplasta nuestras almas y por eso es necesario que ustedes viejas generaciones derramen su sangre, porque lo viejo está pegado a ustedes, es tiempo de quedar vacíos y totalmente blancos porque el blanco, se puede pintar de nuevo y vuestro antojo.
...
—Mira al organista, sus notas no dan más que alegría y fervor hacía nuestro corazones, glorioso el arte que ha cambiado a nuestra tierra, glorioso el sonido que unifica nuestros latidos, ha llegado la hora de que extendamos nuestra sabiduría... Son aquellos, los pueblos más ignorantes los que necesitan nuestra ayuda.
Una sonrisa se tendió sobre las personas que estaban en las filas de asientos del salón., parecían ser el mismo pueblo, pues en realidad lo eran pero... tenían diferentes causas.
El Pony Anónimo.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)